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Papas pecadores en una Iglesia infalible?

¿Puede un Hombre Pecador Ser Infalible?
Este es un tema del que se habla mucho, pero pocas veces se defiende, y realmente en la red y en la literatura, la información es escasa.
Por: Alex Grandet | Fuente: Catholic.net

Los papas viciosos y la Infabilidad Pontificia, ¿Pueden ser compatibles?
Dante coloca a Nicolás III en la fosa de los simoníacos, y la misma suerte le espera a Bonifacio VIII. Dante es conciente de los vicios papales de su tiempo, y se horroriza que alguien así, ocupe la Barca del Pescador.

Inicia su canto 19 del Infierno así:
¡Oh Simón mago! ¡Oh miserables sectarios suyos, almas rapaces, que prostituís a cambio de oro y plata las cosas de Dios, que deben ser las esposas de la virtud!”


Y su conversación con Nicolás III termina así:
“¡Ah Constantino! ¡A cuantos males dio origen, no tu conversión al cristianismo, sino la donación que de ti recibió el primer papa que fue rico!”

Pero observemos algo: A pesar de palabras tan duras, Dante no abjura del papado, sino que siente respeto por él:
Le dice a Nicolás III: “…y si no fuese por que aún me contiene el respeto a las llaves soberanas que poseíste en tu alegre vida, empelaría palabras mucho más severas.”

El Diablo, haciendo uso de los pecados papales de antaño, los utiliza como armas hogaño, para atacar el dogma divinamente revelado, y que le conocemos como la Infabilidad Papal.

Pero, ¿Puede un papa vicioso ser infalible? ¿Es compatible el pecado con la infabilidad? ¿Se puede comprobar bíbicamente que un pecador pueda ser infalible?

A continuación, les presento mi reflexión al respecto:

I. ORIGEN DE LA INFABILIDAD PAPAL
Mateo 16,17-19 “Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»”

Vemos tres hechos dogmáticos en este pasaje:
  • 1- Jesús le dice a Simón que es la Piedra.
  • 2- Le promete darle las llaves del Reino de los Cielos.
  • 3- Le da el poder de atar y desatar.
1- Jesús le dice a Simón que es la Piedra.
Cristo nombra a Simón hijo de Jonás con el curioso nombre arameo de Kefas (piedra, singular) que también puede ser usado como "promontorio, elevación del terreno. Lo curioso es que el nombre Kefas es como si fuera un reflejo del nombre del Sumo Sacerdote: "kaifás" (sign. "valle" o " depresión" en arameo).

Esta curiosa elección de Jesús es llamativa. El Mesías debía venir para unir la corona y el sacerdocio en la misma persona. Rey y Sacerdote a la manera de Melquisedek. Al afirmar "eres el Mesías el Hijo del Dios Vivo", Simón reconoce en Jesús al legítimo Rey y Sacerdote de Israel y acto seguido Jesús le cambia el nombre, lo llama Kefas y le entrega la "llaves" o sea, lo hace mayordomo de su casa, la casa real de David siguiendo la usanza de los reyes davídicos, algo que los apóstoles (todos judíos) parados ahí deben haber reconocido inmediatamente.

Jesús llama a Simón, Kefas, ¿por qué? 
Jesús quiso llamar la atención al lado espiritual de la mayordomía que estaba confiriendo en Simón Pedro por medio de ponerle un nombre que contrastara con el del usurpador del Sumo Sacerdocio, Kaifás. Este no reconocía a Jesús, pero el humilde Simón sí. 

Kaifás/Kefas es un sutil juego de palabras y una afirmación de la soberanía de Cristo en lo terrenal y en lo espiritual. Este reflejo (Valle/Promontorio, Pozo/Piedra) resulta extrañamente presente en la particular posición en la que Pedro fue crucificado, en forma inversa a la de Jesús como reflejando también la muerte de su Amo y Señor pero sin dignarse a la misma posición exacta. 
Dos reflejos místicos en la vida de este hombre designado a ser el primer vicario de la Historia.

2- Le promete darle las llaves del Reino de los Cielos
Continuando con Mateo 16, consideremos ahora el versículo 19: Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. Vemos que Jesús solamente dio las llaves a Pedro, no a los demás Apóstoles. Es decir que el poder que tiene Pedro no es compartido con otros aunque la Biblia habla de que Dios abre puertas.

¿Cuáles son las "llaves del Reino"
En Mateo 16, 19, Jesús cumple una profecía bíblica: Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; y cerrará, y nadie abrirá. Y lo hincaré como clavo en lugar firme; y será por asiento de honra a la casa de su Padre (Isaías 22, 22-23). Es el único lugar en el Antiguo Testamento donde las llaves son simbólicas (ver Jue 3, 25), entonces tiene que ser que Mt 16, 19 se refiere a éste.

La Iglesia es ahora la Nueva Casa del Nuevo Rey David (Hch 15, 16). El Rey Jesús tiene las llaves (Ap 3, 7) y ahora, como cualquier rey, se las confía al cuidado de su mayordomo Pedro. Algunas personas tratan de usar el argumento de que Is 22, 22 refiere a Jesús porque el profeta anunció al Señor. Es verdad que Isaías profetizó a Jesús.
 Pero el capítulo 22, 22-23 no habla de Jesucristo. El rey Ezequías, el descendiente real del trono de David le hace mayordomo del palacio a Eliaquim. La profecía sobre las llaves trata de Eliaquim, no del rey quien las entrega. Jesús en Apocalipsis 3, 7 tiene la llave de David, pero él no es mayordomo. 
Como los reyes del Antiguo Testamento, Jesús, descendiente del trono de David, da las llaves a Pedro su mayordomo. En resumen, las llaves son símbolo de autoridad.

¿Qué está haciendo Jesús? Además de cumplir la profecía de Isaías, Jesús usa un ejemplo de la realidad de su tiempo. Cada rey (David, Salomón, Herodes, César) tenía un palacio y el rey escogía un mayordomo (Ver por ejemplo Is 36, 22; Gn 41, 40) a quien le encargaba abrir y cerrar la puerta del palacio (es decir todas las oficinas de los ministros), manejar todos los asuntos de reino, sellar o no todos los documentos importantes y cuidar el tesoro del rey (Is 22, 15). Ver el papel del portero en Mr 13, 32-34. " Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele”

Jesús es el Rey y él da este encargo a Pedro. Pedro tiene la autoridad de abrir y de cerrar, entonces él es instrumento de acceso al rey y se encarga del tesoro que Jesús nos quiere dar (mencionado en Mt 6, 20).

En Jn 10, 2-3 leemos: “…pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera”. Son dos personajes: el Pastor y el portero. El Portero tendrá las llaves por supuesto.

En resumen, Jesús tiene las llaves (Ap 3, 7) y se las da a Pedro para edificar su Iglesia. Y ésta pertenece a Jesucristo, no a Pedro: edificaré mi Iglesia.

3- Le da el poder de atar y desatar.
El poder de atar y desatar en Mt 16, 19 se refería a asuntos legales religiosos del pueblo de Dios. Se trata de doctrina (enseñanzas) y del poder de tomar decisiones, de declarar lo que está permitido y lo que está prohibido.

Cristo le entregó la Mayordomía a Pedro después de la Resurrección:
"Simón, Hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Contestó: Sí. Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas… apacienta mis ovejas". Jn 21, 15-18

Es el último evangelio, en el último capítulo y durante los últimos momentos que Jesús compartía con los Apóstoles. Fue en esos momentos, sabiendo que los iba a dejar y habiéndoles prometido que les enviaría el Espíritu Santo, aun así, sabe que tiene que dejar a alguien como pastor visible y confirma a Pedro diciéndole que apaciente sus ovejas y corderos. Jesús había dicho que él era el Buen Pastor, y ahora que él no va a estar físicamente, le deja esta responsabilidad a Pedro.

Entonces vemos que la Primacía de Pedro, así como su Infabilidad son de origen divino, por lo tanto, un don de la Santísima Trinidad a la Iglesia y al mundo.

La reflexión anterior conduce a la que hoy nos ocupa:

¿PUEDE UN HOMBRE PECADOR SER INFALIBLE? ¿SE PUEDE SUSTENTAR BÍBLICAMENTE?
A través de la historia, hubo papas de sublime santidad, muchos de los cuales derramaron su sangre por Cristo, como el gran papa San Pedro. Hubo grandes hombres de santidad y de sabiduría singular, como León Magno, Gregorio el Grande, san Pío V, san Pío X y en nuestros días, Pío XII y Juan Pablo II.

Por desgracia, junto a ellos, hubo papas viles, viciosos y muy pecadores, tal y como Dante con dolor denunció en su Magistral Obra. Pero el pecado, no es óbice para no creer en la Infabilidad Papal. Y deseo probar con tres puntos, que aunque un hombre sea pecador, también puede tener ese don de Dios.

Punto 1. El hecho que haya papas extremadamente santos junto a papas viciosos es una prueba que la Iglesia Católica es la Iglesia verdadera.

Mat 13:47 “También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos”.

Cristo compara el Reino de los cielos, del cual Pedro tiene la llave, a una red que recoge peces buenos y malos. Cristo nunca dijo que en el Reino, la Iglesia, solo habría peces buenos. Él claramente habló de peces malos que en la red, caen junto a los peces buenos.

Jesús claramente dijo que en su Iglesia habría santidad y pecado.

Mejor dejemos que sea el mismo Cristo quien nos explique esa doctrina:
Mateo 13, 37-43:
Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”.

Las pseudoiglesias que se ufanan de ser todos salvos y de no tener gente “pecadora” con ellos, no son Iglesia de Cristo, por que eso no fue lo que Cristo predicó.

Punto 2. Un hombre pecador sí puede ser infalible.
La infalibilidad es un don de Dios. Y es completamente bíblico que un hombre muy pecador puede tener el don de la infabilidad.

Veamos al Rey David. Le dice el Profeta Natán a David:
2 Samuel 12, 9 “¿Por qué has menospreciado a Yahvé haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas?”

David pecó de adulterio y de homicidio, dos pecados graves, que violaban la Ley de Dios.

Sin embargo, después de sus graves pecados, escribió el Salmo 51, el cual es parte de las Escrituras, por lo tanto es infalible.

Si un hombre pecador no puede ser infalible, ¿Por qué entonces el Salmo 51, obra de un hombre que pecó de adulterio y de homicidio es infalible?

Es muy cierto que David se arrepintió de su pecado, y ahora es venerado como santo y profeta.

Pero el punto es que aunque un hombre peque, si Dios quiere, puede ser infalible, ya que ese es un don de Dios, no de la naturaleza humana.

Tenemos el ejemplo del Sumo Sacerdote Caifás.
Juan 11, 50-51: “Ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación’. Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación”.

A pesar del gran pecado de Caifás, Dios no le retiró el don de profecía, por que lo que Dios da, nadie, ni el mismo diablo, lo puede retirar.

Punto 3. Los dones de Dios son irrevocables.
Rom 11, 29 “Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables”.

Como vimos antes, la Infabilidad Papal es un don de Dios, es una gracia divina, por lo tanto, es irrevocable, sin importar el estado espiritual de la persona. Recordemos a David y a Caifás.

Claro, un don semejante tiene una responsabilidad inmensa, y quien no se haga digno de él, el mismo Jesús advierte:
Lucas 12, 47-48: “Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más”.

CONCLUSIÓN
Después de pensar en esos tres puntos, queda demostrado bíblicamente que cuando Dios da un don, ni el mismo Diablo con el pecado, lo puede quitar.

Por otro lado, quisiera tocar otro punto que se relaciona directamente con este tema:
Si el Espíritu Santo asiste el Cónclave que elige a un nuevo papa, ¿Por que entonces se han elegido algunos papas muy pecadores y viciosos?

Pongo mi reflexión al respecto:
La Iglesia no se equivoca al elegir a un papa. Es la persona electa, la que libremente elige el camino del pecado.

Les invito a ver el siguiente caso:
Mateo 10, 1-5: "Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A estos doce envió Jesús..."

Analicemos lo siguiente:
1-Jesús mismo elige a doce, entre ellos a Judas Iscariote. Judas fue elegido por el mismísimo Cristo, por nadie más.

2-Jesús le da a los doce, incluyendo Judas Iscariote, poder. Cristo le da a Judas Iscariote poder, y no slo eso, también Judas I. es enviado.

Y sin embargo:
Lucas 6, 16: "...y Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor".

Lucas 22,3 "Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce".

A pesar que Judas Iscariote había sido llamado por Cristo, elegido por Cristo al apostolado, recibió del mismo Cristo el poder, y fue enviado por Cristo...ese mismo Judas llegó a ser un traidor, y en ese mismo Judas que había sido llamado por Cristo y había sido revestido con poder por Cristo, en ese mismo Judas, el Diablo entró y anidó.

¿Podemos decir que Cristo se equivocó por que Él mismo en persona eligió a un traidor? ¿Cometió un error Cristo al darle poder al hombre que le traicionó?

La respuesta es obvia: Cristo no se equivocó. Fue Judas Iscariote quien libremente se dejó seducir por el Archienemigo.

Igual con los papas viciosos: la Iglesia no se equivocó, fueron ellos quienes libremente eligieron el pecado.

Reliquias Qué son? y su culto

Reliquias: ¿Qué poder tienen?
Konrad Sawicki
Aleteia

Contemplando los huesos, o a veces todo el cuerpo, de alguien que dedicó su vida a Dios de modo tan especial que se convirtió en santo, nace el deseo de una vida similar
El encuentro con las reliquias tiene que cambiar algo en mí. No se trata de un poder mágico, no es el culto por el culto. No adoramos los huesos, sino reconocemos la santidad de la persona, explica en la siguiente entrevista el dominico Jacek Szymczak.

¿De dónde viene lo del culto de las reliquias?
Es una forma de devoción que nació entre los fieles y se formó desde abajo. Está presente en la Iglesia desde el principio, desde los primeros siglos, incluso décadas, de la existencia del cristianismo.

Tuvimos entonces muchos mártires. La gente empezó a acudir espontáneamente a sus tumbas para honrar los restos enterrados.

Pero no todo el mundo tenía esa oportunidad. De ahí la idea de que los mismos trozos, partes del cuerpo, viajaran por el mundo y en cierto sentido peregrinaran a nosotros.

¿Todos los católicos deberían venerar las reliquias?
No hay ninguna orden por parte de la Iglesia. Esta forma de culto no es obligatoria.

Cuando alguna reliquia llega a tu parroquia y, por ejemplo, hay una procesión o adoración, y te sientes distante, sientes en ti mismo que esto no te atrae, no pasa nada si te quedas sentado.
Sentirse distante es decir poco. Muchos católicos simplemente no lo entienden, y algunos incluso lo consideran un tipo de chamanismo.

El culto a las reliquias, contrariamente a lo que muchos creen, es profundamente cristiano. Y esto debido a que, paradójicamente, muestra que el cuerpo humano no es un saco ni una jaula para el alma de la que sólo la muerte nos libera.
No, el cristianismo aporta un enorme valor al cuerpo. Recordamos a san Pablo, quien en la primera carta a los Corintios escribe: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo? (…) Por lo tanto, alabad a Dios en vuestro cuerpo».

Esta es la primera perspectiva del culto: del cuerpo vivo. Sin embargo, aún hay otra que es la de la resurrección.
No se puede contemplar de una manera madura la adoración de las reliquias sin la resurrección. Sin ella, todo se rompe. Se convierte en teatro o en una compañía de circo ambulante.

La cuestión de la resurrección, según muestran algunos estudios, es bastante ajena a nosotros
Tengo la impresión de que la doctrina de la resurrección, que después de todo es el fundamento de nuestra fe, es apenas enseñada por la Iglesia.

Aún podemos hablar de ella desde el púlpito de una manera inteligente e interesante, pero los fieles no tratan la verdad de la resurrección como fundamental para su fe.

Pero ¿por qué la cuestión de la resurrección es importante para una buena comprensión del culto de las reliquias?
Recordemos que después de la muerte de cada cuerpo, el santo, menos santo o incluso de un gran pecador, tendrá su resurrección. Se trata de la perspectiva tanto del que irá al cielo, como del que puede ir al infierno.

Si Dios ha querido que nuestros cuerpos después de la muerte de algún modo resurgieran, significa que se merecen la debida atención.
Así pues, la doctrina de la resurrección nos lleva por el camino del respeto por los restos de nuestros seres queridos depositados en las tumbas.
Si veneramos las cenizas de los miembros de nuestras familias, también podemos venerar las reliquias o los restos de los santos.

Bueno, pero a veces ocurre que tratamos con objetos pertenecientes a los santos, no sólo sus propios cuerpos.
Soy escéptico con este tipo de historias, tales como la presentación de la canoa en la que navegaba san Juan Pablo II, como una reliquia.
Me dan pequeños escalofríos cuando veo este tipo de personas que están intentando celebrar de alguna manera tal objeto como algo mágico.

Si detrás del culto de las reliquias no va la enseñanza de la Iglesia que lo explica de forma pastoral y desde la perspectiva adecuada, la gente empieza a entrar en terrenos que no tienen nada que ver con la fe.

Y para las personas que miran desde el exterior, efectivamente, este hecho puede verse como un acto de chamanismo.

Me he dado cuenta de que las reliquias disfrutan en nuestras iglesias de mucha popularidad. Cada vez más se las colocan de forma permanente en las capillas laterales y la gente se arrodilla delante de ellas para rezar como ante el tabernáculo.

En el culto a las reliquias es muy importante que no eclipse el culto eucarístico. No culpo aquí a los fieles, sino a nosotros, el clero.

Si se insiste tanto en, por ejemplo, que una Eucaristía se celebre con un cáliz de san Juan Pablo II, y al mismo tiempo la conciencia de la Eucaristía entre los fieles no es muy elevada, no nos debemos sorprender de que para algunos esta copa será más importante que los contenidos de la misa.

¿Después de todo, sería posible mostrarle positivamente las reliquias al hombre moderno y darle una idea novedosa para utilizarlas?
Veamos. Nosotros mismos guardamos diversos artículos que pertenecieron a nuestros muertos. Todos aquellos que vivieron la muerte de un ser querido, saben lo difícil que es deshacerse de sus cosas.

Hace poco alguien me mostró un hermoso abanico de su bisabuela. Sabemos que la historia de este objeto no es la historia del abanico, sino de la bisabuela. Si un objeto así nos ayuda a recordar a la persona, lo harán aún más unos huesos humanos.

Contemplando los huesos o veces todo el cuerpo de alguien que ha vivido consagrado a Dios de manera tan estricta que se convirtió en santo, deberíamos proyectar en nosotros el deseo de una vida similar.

El encuentro con las reliquias tiene que cambiar algo en mí. Esto no es la toma mágica del poder, no es un culto por el culto. No les rendimos culto a los huesos, sino a la santidad de la persona.

Y cómo tratar tales ocasiones, como la peregrinación de las reliquias del beato Peter George Frassati en Polonia?
Se podría decir que es como si nos regalaran unas gafas. Asumo que estas gafas de la marca Frassati tienen el poder de ayudarme a enfocar correctamente la perspectiva adecuada para mirar en dos dimensiones: en la de Dios presente en la vida de la persona cuyas reliquias adoro y en la de mi propia vida.

Y aún más, se refiere a un vistazo de ti mismo en su totalidad. Si en el marco del culto a los santos, junto con la oración, imitación de sus vidas, aprendizaje de sus biografías y sus preciosos escritos y pensamientos, veneramos además sus reliquias, o sus cuerpos, esto significa algo.

Es una llamada al sabio cuidado de nuestros propios cuerpos.
Eventos como el relacionado con la peregrinación de las reliquias del beato Frassati vale la pena tratarlos como el encuentro con alguien quien vivió plenamente en Dios.

De esta manera, se convierte en una guía para mí, en una brújula que me puede mostrar cómo vivir para caminar en santidad. Porque esta persona ya se encuentra en el lugar, que también es mi objetivo.

[Venerar las reliquias] no consiste en mirar un hueso a través de un cristal, ni en adorar un ataúd. Se debería hacer diciendo: Quiero llegar al mismo lugar donde tú te encuentras.

Qué es la reliquia y qué representa en la Iglesia Católica?
La palabra reliquia provene del latín reliquiae, restos. Es una memoria física, el testimonio vivo de un santo o de un beato

En la Iglesia siempre ha tenido un gran valor, porque nos refiere a lo concreto del resto, a una presencia histórica del paso de este santo.
Otro valor que la reliquia posee se debe a la vivencia física del santo con la Eucaristía, con el Señor Dios, una relación a su vez sagrada.

El valor del cuerpo de un bautizado, por su unión con la gracia, es un cuerpo-templo del Espíritu Santo. Pero el de un santo lo es aún en mayor medida, porque ha vivido en su carne esa santidad, comunión de gracia con Dios, y su cuerpo ha sido habitado por esa misma gracia de modo solemne.
La reliquia permite mantenernos casi en contacto con aquel cuerpo.

A lo largo de la historia las reliquias también han tenido un papel importante en la lucha contra el espíritu del mal pues la reliquia no es amada por el diablo, por representar una realidad física que ha tenido un contacto especial con la gracia.

Hay dos clases de reliquias
La primera clase la constituye el cuerpo; la segunda, en cambio, las pertenencias o los objetos que han estado en contacto con el cuerpo de un santo, mientras era vivo o después de muerto

En cambio, los objetos que han estado en contacto con la tumba tienen un valor simbólico, afectivo, y se los llama “recuerdos”. El gesto de colocar o pasar sobre la tumba el objeto que usamos todos los días, por ejemplo el rosario, tiene a su vez un valor de devoción.

Cuándo podemos comenzar a venerar a un beato o a un santo?
La veneración comienza durante el rito de la beatificación: las reliquias son llevadas solemnemente al altar de la Iglesia. Solo a partir de ese momento se permite la veneración pública de las reliquias del santo. 
Durante el proceso de beatificación y canonización no está permitido venerar al Siervo de Dios de esta manera.

Quién puede tener las reliquias?
La reliquia de primera clase sólo puede ser expuesta para culto público en una iglesia, un oratorio o un seminario. Siempre han sido colocadas debajo del altar de las iglesias para que precisamente el altar donde se celebra la Eucaristía conserve en su fundamento la memoria viva de aquellos que han estado unidos al sacrificio de Cristo con su vida.
No está permitido de ninguna manera vender o comprar reliquias (de ningún género) pues son cosa sagrada, no tienen precio. 
La venta de reliquias está muy difundida por internet y permítanme decirles que esto es un sacrilegio. Además, se entiende que las reliquias son verdaderas cuando están confirmadas por el obispo.

Cuáles son las reliquias mas antiguas en la historia de la Iglesia?
Las reliquias traídas por Santa Elena, madre del emperador Constantino I, de Tierra Santa, son los clavos de la Cruz, la escalera del palacio de Pilatos o la reliquia de la Cruz de Jesús, que se encuentra en Roma en la Basílica de Santa Cruz de Jerusalén.

Son reliquias que la tradición venera desde hace 1700 años y naturalmente tienen un gran valor para nosotros, para nuestra oración porque nos remontan directamente a la época del Señor.

También la Sábana santa de Turín es una reliquia insigne, impresionante por su valor.

En cambio el Velo de Verónica de Manoppello es una de las reliquias que tienen grandes probabilidades de ser verdaderas, pero sobre las cuales no podemos expresarnos con certeza.

A menudo la gente, movida por la curiosidad o la devoción popular, visita un santuario solo para ver la cabeza de Santa Catalina o la garganta de San Antonio.

La devoción a las reliquias ¿no obstaculiza la presencia viva de Cristo en el Sagrario?
Siempre deberá ser respetada la jerarquía: el primer lugar lo ocupa la Eucaristía, luego tenemos la Palabra de Dios y después las reliquias, compuestas por las imágenes sagradas, recordando siempre que son funcionales a la oración.
Es importantísimo practicar la devoción correcta a la reliquia, pues es fácil caer en la superstición.

La reliquia no es un amuleto. Por lo tanto: voy a la iglesia, primero me arrodillo ante la Eucaristía, luego puedo ir a venerar un santo porque siento su protección.
El santo reza por nosotros y nosotros podemos pedirle al santo, para que a su vez interceda ante el Señor, fin último de nuestra oración.
Cuando beso la reliquia de un santo es como besar la Misericordia divina realizada en el santo.

Cuando rezo ante el cuerpo de un santo, doy gracias a Dios por haber ayudado a esta persona en el camino de su vida hacia la santidad.

Debemos recordar siempre que por intermedio del santo adoramos a Dios, como nos ha enseñado Juan Pablo II.

Aleksandra Zapotoczny

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La edad de las persecusiones


Hoy la Iglesia es perseguida tanto en oriente como en occidente; de un modo cruento por el terrorismo islámico, y de un modo incruento por la ideología de género.
Durante los tres primeros siglos la Iglesia fue perseguida por el Imperio Romano. Después hubo persecuciones individuales y localizadas (tierra del Islam, guerras de religión en Europa), pero la verdadera Era de las persecuciones se inició con la Revolución francesa, y se extendió por todo el mundo con el comunismo y el nazismo.

En 1789 podemos decir que se inicia una nueva Era de Persecuciones contra la Iglesia Católica que dura hasta nuestros días. Durante los años de Terror de la Revolución francesa, en nombre de la libertad, de la igualdad y la fraternidad, fueron asesinados decenas de miles de católicos acusados del terrible crimen de ser fieles a la Iglesia Católica.

En Rusia, desde 1917, en nombre del comunismo fueron cientos de miles los rusos asesinados por ser cristianos. Se estima en un millón de armenios cristianos los masacrados por el gobierno laicista de los Jóvenes Turcos.

En México, entre 1926 y 1929, el gobierno masón mejicano asesinó a miles de sacerdotes y fieles cristianos en nombre del Estado liberal moderno.

En España, entre 1936 y 1939, más de diez mil sacerdotes, monjas y religiosos fueron cazados y asesinados por odio a la fe.

Y miles de mártires en China, Vietnam, Camboya, Laos, y otras naciones de Asia y África. En el siglo XX hubo más mártires que en todos los diecinueve siglos anteriores.

Y hoy en el siglo XXI miles de cristianos son degollados por los yihadistas islámicos en nombre de Alá.

El cristiano siempre ha sido perseguido por el mundo. El primer perseguido fue nuestro Señor Jesucristo, que padeció, fue crucificado, muerto y sepultado y resucitó al tercer día.

REVOLUCIÓN FRANCESA Y PERSECUCIÓN. UN TESTIMONIO


“En estos tiempos la impiedad se desborda por el mundo, y es en nuestra Francia, ¡ay!, en donde tiene su origen este cenagoso torrente… Los males espantosos que afligieron a Francia al terminar el último siglo (XVIII), fueron una gracia maravillosa para muchas almas cuya fe se había entibiado, como quiera que la persecución sirvió de despertador a su somnolencia y les hizo encontrar su salvación en los horrores del suplicio. ¡Cuántas encopetadas señoras y grandes señores, que hubieran muerto en la incredulidad si la desgracia no los hubiera humillado recobraron la fe al subir los escalones del cadalso, y perdiendo esta vida mortal, ganaron la que no ha de tener fin!”

“-Y ¿qué decir de los justos? –me replicaréis… ¿Qué mérito tendríamos en ser virtuosos si todas nuestras acciones fuesen recompensadas aquí en este mundo?

El cumplimento del deber sería siempre una operación muy lucrativa… No olvidéis que la verdadera recompensa está en el cielo”

“Además, ¿quién sabe si la sangre vandeana, derramada a torrentes no ha servido para pagar el rescate de nuestro infortunado país, y si el sacrificio de tantas almas generosas no ha obtenido del cielo que la religión católica floreciese algunos años después en el suelo de Francia?

“Aquellos tiempos de persecución eran muy difíciles, hijos míos; pero la prueba nos une a Dios de una manera especial. Creo que nunca he orado más de corazón… Os refiero estas cosas para que entendáis que Dios, en proporción de las pruebas, concede sus auxilios. Por tanto no hay que dejarse dominar por el temor ni perder la confianza al llegar la persecución.

Allí estará la gracia en el momento oportuno, dispuesta a hacernos posible lo que parece imposible a la naturaleza, es a saber: las confiscaciones, la prisión y hasta la muerte más cruel. Lo que debemos hacer, al amenazarnos cualquier peligro, es preparar nuestro corazón con una vida pura y acudiendo frecuentemente a la oración: Los que bien oran jamás serán apóstatas”.

María S.H. de Rambure 1845, “Una familia de bandidos en 1793” Juan Churrau.

Fuente:  http://familiavidaylibertad.blogspot.mx/2016/01/revolucion-francesa-y-persecucion-un_27.html
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¿Cuál es la verdadera paz de Cristo?

Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy Yo, como la da el mundo (Jn., 14, 27)

Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Luc., 2, 14)

Os he dicho esta cosas, para que halléis paz en Mi. En el mundo pasáis apreturas, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo. (Jn., 16, 33)

..reunios en un mismo espíritu, vivid en paz, y el Dios de la paz y de la caridad será con vosotros... (II Cor., 13, 11)


Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros los que en un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque Él es nuestra paz: el que de ambos hizo uno, derribando de en medio el muro de separación, la enemistad; anulando por medio de su carne la Ley con sus mandamientos y preceptos, para crear en Sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz, y para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo por medio de la Cruz, matando en ella la enemistad. Y viniendo, evangelizó paz a vosotros los que estabais lejos, y paz a los de cerca. (Ef., 2, 13-18)

Justificados pues, por la fe, tenemos pues paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Rom., 5, 1)

La paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, sea la guardia de vuestros corazones y de vuestros sentimientos en Jesucristo. Por lo demás, hermanos, todo lo que es conforme a la verdad, todo lo que respira pureza, todo lo justo, todo lo que es santo, todo lo que es amable, todo lo que sirve al buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable esto sea vuestro estudio.
Lo que habéis aprendido, y recibido, y oído, y visto en mí, esto habéis de practicar; y el Dios de la paz será con vosotros. (Filipenses, 4, 7-9)

Pero sobre todo, mantened la caridad, la cual es el vínculo de la perfección. La paz de Cristo triunfe en vuestros corazones, a la cual fuisteis asimismo llamados para formar un solo cuerpo, y sed agradecidos. La palabra de Cristo en toda su abundancia tenga su morada entre vosotros. Enseñaos y animaos unos a otros con toda sabiduría. Cantad con corazón agradecido las alabanzas de Dios con salmos, con himnos y cánticos espirituales: Todo cuanto hacéis, sea de palabra o de obra, hacedlo en todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo, dando por medio de Él, gracias a Dios Padre. (Col., 3, 14-17)

Así, el mismo Señor de la paz, os conceda siempre la paz en todas partes. (II Tes. 3, 16)

Dios envió su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la paz por Jesucristo, el cual es el Señor de todos. (Hechos, 10, 36)


SAN PÍO X: E SUPREMI APOSTOLATUS
(...) Esto es no sólo una exigencia natural, sino un beneficio para todo el género humano. ¿Cómo no van a sentirse los espíritus invadidos, Hermanos Venerables, por el temor y la tristeza al ver que la mayor parte de la humanidad, al mismo tiempo que se enorgullece, con razón, de sus progresos, se hace la guerra tan atrozmente que es casi una lucha de todos contra todos? El deseo de paz conmueve sin duda el corazón de todos y no hay nadie que no la reclame con vehemencia.

Sin embargo, una vez rechazado Dios, se busca la paz inútilmente porque la justicia está desterrada de allí donde Dios está ausente; y quitada la justicia, en vano se espera la paz. La paz es obra de la justicia (1)

Sabemos que no son pocos los que, llevados por sus ansias de paz, de tranquilidad y de orden, se unen en grupos y facciones que llaman «de orden». ¡Oh, esperanza y preocupaciones vanas!
El partido del orden que realmente puede traer una situación de paz después del desorden es uno sólo: el de quienes están de parte de Dios. Así pues, éste es necesario promover ya él habrá que atraer a todos, si son impulsados por su amor a la paz.

Y verdaderamente, Venerables Hermanos, esta vuelta de todas las naciones del mundo a la majestad y el imperio de Dios, NUNCA SE PRODUCIRÁ, SEAN CUALES FUEREN NUESTROS ESFUERZOS, SI NO ES POR JESÚS EL CRISTO. Pues advierte el Apóstol: Nadie puede poner otro fundamento, fuera del que está ya puesto, que es Cristo Jesús (2)

Evidentemente es el mismo a quien el Padre santificó y envió al mundo; el esplendor del Padre y la imagen de su sustancia, Dios verdadero y verdadero hombre: sin el cual nadie podría conocer a Dios como se debe; pues nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiera revelárselo (5)

De lo cual se concluye que INSTAURAR TODAS LAS COSAS EN CRISTO y hacer que los hombres vuelvan a someterse a Dios es la misma cosa. Así, pues, es ahí a donde conviene dirigir nuestros cuidados para someter al género humano al poder de Cristo: con Él al frente, pronto volverá la humanidad al mismo Dios. A un Dios, que no es aquel despiadado, despectivo para los humanos que han imaginado en sus delirios los materialistas, sino el Dios vivo y verdadero, uno en naturaleza, trino en personas, creador del mundo, que todo lo prevé con suma sabiduría, y también legislador justísimo que castiga a los pecadores y tiene dispuesto el premio a los virtuosos.

Por lo demás, tenemos ante los ojos el camino por el que llegar a Cristo: la Iglesia. Por eso, con razón, dice el Crisóstomo: Tu esperanza la Iglesia, tu salvación la Iglesia, tu refugio la Iglesia (6): Pues para eso la ha fundado Cristo, y la ha conquistado al precio de su sangre; y a ella encomendó su doctrina y los preceptos de sus leyes, al tiempo que la enriquecía con los generosísimos dones de su divina gracia para la santidad y la salvación de los hombres.

PIO XI: ENCÍCLICA UBI ARCANO
La paz de Cristo

(...)Y ante todo es necesario que la paz reine en los corazones. Porque de poco valdría una exterior apariencia de paz, que hace que los hombres se traten mutuamente con urbanidad y cortesía, sino que es necesaria una paz que llegue al espíritu y los tranquilice e incline y disponga a los hombres a una mutua benevolencia fraternal.

Y no hay semejante paz si no es la de Cristo; y la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones (Col. 3, 15); ni puede ser otra la paz suya, la que él da a los suyos (Juan, 14, 27), ya que siendo Dios, ve los corazones (1 Reg. 16, 7), y en los corazones tiene su reino. Por otra parte, con todo derecho pudo Jesucristo llamar suya esta paz, ya que fue el primero que dijo a los hombres: Todos vosotros sois hermanos (Mat. 23, 8), promulgó sellándola con su propia sangre la ley de la mutua caridad y paciencia entre los hombres: este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado (Juan, 15, 18): soportad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal. 6, 2).
(...)
Síguese, pues, que la paz digna de tal nombre, es a saber, la tan deseada paz de Cristo, no puede existir si no se observan los preceptos y los ejemplos de Cristo

PÍO XI: ENCÍCLICA "RITE EXPIATIS"
(...) los pueblos, por la experiencia de los tiempos pasados, han aprendido que sin la vuelta hacia Dios no puede haber paz y seguridad y miran por ello a la Iglesia católica como el único medio de Salvación.

ENCÍCLICA "CARITATE CHRISTI COMPULSI"
(...) Pídase la paz para todos los hombres y especialmente para aquellos que en la sociedad humana tienen las graves responsabilidades del gobierno; ¿cómo podrán dar la paz a sus pueblos si no la tienen consigo mismos?, y es precisamente la oración la que según el Apóstol, debe traernos el regalo de la paz; la oración que se dirige al Padre celestial, que es el Padre de todos los hombres; la plegaria que es la expresión común de los sentimientos de familia, de aquella gran familia que se extiende más allá de los confines de cualquier continente.

Hombres que en toda nación ruegan al mismo Dios por la paz sobre la tierra, no pueden ser al mismo tiempo portadores de discordia entre los pueblos; hombres que se dirigen en su plegaria a la Divina Majestad no pueden fomentar aquel imperialismo nacionalístico que de cada pueblo hace su propio Dios; hombres que miran al Dios de la paz y de la caridad, (II Cor., 13, 11) que a Él recurren por medio de Cristo que es nuestra paz, (Ef., 2, 13-18) no encontrarán descanso hasta que la paz, que no puede dar el mundo, descienda del Dador de todo bien, sobre los hombres de buena voluntad (Luc., 2, 14).


PÍO XII

ENCÍCLICA "DIVINO AFFLANTE ESPIRITU"
...Él es finalmente, y sólo Él, quien puede ser firme fundamento y sostén de la paz y de la tranquilidad. Porque nadie puede poner otro fundamento, fuera del puesto, que es Cristo Jesús (1 Cor. 3, 11)

ENCÍCLICA "OPTATISSIMA PAX"

(...) Tengan todos presente que el acerbo de males que en los últimos años hemos tenido que soportar ha descargado sobre la humanidad principalmente porque la Religión Divina de Jesucristo, que promueve la mutua caridad entre los hombres, los pueblos y las naciones, no era, como habría debido serlo, la regla de la vida privada familiar y pública

Si, pues, se ha perdido el recto camino por haberse alejado de Jesucristo, es menester volver a Él tanto en la vida privada como en la pública. Si el error ha entenebrecido las inteligencias, hay que volver a aquella verdad divinamente revelada que muestra la senda que lleva al cielo. Si, por fin, el odio ha dado frutos amargos de muerte, habrá que encender de nuevo aquel amor cristiano, que es el único que puede curar tantas heridas mortales, superar tan tremendos peligros y endulzar tantas angustias y sufrimientos. ...

ENCÍCLICA "SUMMI MAERORIS"
(...)cuando los mandamientos cristianos den forma a la vida pública y privada, solamente entonces, será lícito esperar que, conciliados los odios de los hombres, vivan en fraterna concordia las diversas clases de la sociedad, los pueblos y las gentes.

ENCÍCLICA "MIRABILE ILLUD"

No hay nada que conduzca a con mayor eficacia y contribuya mejor al logro de este grandioso objetivo (la paz), que la Religión cristiana, cuyos divinos preceptos nos enseñan que los hombres, como hermanos, forman una familia cuyo padre es Dios, de la cual Cristo es el Redentor, y por sus divinas gracias el aliento de ella, y cuya morada eterna es el cielo.

ENCÍCLICA "AD CAELI REGINAM"

(...) Creemos también que esta fiesta (María Reina), instituida con esta Carta Encíclica, para que todos reconozcan más claramente y honren con más cuidado el clemente y materno imperio de la Madre de Dios, contribuirá mucho para que se conserve, se consolide y se haga duradera la paz de los pueblos, amenazada casi a diario con acontecimientos plenos de ansiedad. ¿No es Ella el Arco Iris puesto sobre las nubes hacia Dios como señal de pacífica alianza (Génesis 9, 13)? Contempla el arco iris y bendice al que lo hizo: es muy hermoso su resplandor; ciñe el cielo con el cerco glorioso de sus vivos colores; las manos del Altísimo son las que lo han formado (Eclesiástico 43, 12-13).

De modo que el que honra a la Señora de los cielos y de los mortales -y nadie se tenga exento de este tributo de reconocimiento y de amor-invóquela como Reina muy excelsa, mediadora de paz, respete y defienda la paz, que no es lo mismo que justicia impune, ni licencia desenfrenada, sino más bien, concordia bien ordenada bajo el signo y mando de la voluntad de Dios; a fomentar y hacer crecer tal concordia Nos impulsan las maternas exhortaciones y órdenes de la Virgen María.

Deseando ardientemente que la Reina y Madre del pueblo cristiano acoja estos Nuestros deseos y alegre con su paz las tierras sacudidas por el odio, y nos muestre a todos nosotros después de este destierro a Jesús, que será nuestra paz y nuestro gozo perpetuamente...

ENCÍCLICA "HAURIETIS AQUAS"

(...)¿Qué puede haber más eficaz que la caridad de Cristo, -que la devoción al Sagrado Corazón promueve y fomenta cada día más- para estimular a los cristianos a practicar en su vida la ley evangélica, sin la cual no es posible que haya entre los hombres paz verdadera, como claramente enseñan aquellas palabras del Espíritu Santo: Obra de la justicia será la paz (Is. 32, 17)?

ENCÍCLICA "MEMINISSE IUVAT"
(...)solamente la Religión cristiana enseña esta verdad plena, esta justicia perfecta y esta caridad divina que elimina los odios, animosidades y luchas; en efecto, sólo ella ha recibido en depósito del Divino Redentor que es camino, verdad y vida, y con todas sus fuerzas debe ponerla en práctica (Jn., 14, 6).

________________________________________________

  • (1) Is. 32, 17
  • (2) I Cor. 3, 11
  • (3) Jn. 10, 36
  • (4) Hebr. 1, 3
  • Mt. 11, 27
  • (6) Hom. de capto Eutropio, n. 6


VER VIDEO: PACEM MEAM DO VOBIS:

Diferencia entre Meditación y Contemplación

¿QUÉ ES MEDITAR?
Dice Santa Teresa de Jesús sobre le meditación:   "Llamo yo meditación al discurrir mucho con el entendimiento". 
Dice que no conviene que toda la oración sea discurso mental: "Es bueno discurrir un rato ... pero que no se  vaya todo el tiempo en esto ... porque la sustancia de la oración no está en pensar mucho, sino en amar mucho ... y amar es complacer a Dios en todo".

Lo que está diciendo es que para orar hay que amar.  Y amar es darse a Dios:  ir a la oración a entregarnos a Dios:  Señor, aquí estoy. Te amo, te necesito. ¿Qué quieres de mí?

Advierte que no es lo mismo razonar que adorar (“hacer actos de alabanza y entrega a Dios”).  No es lo mismo trabajar con el entendimiento (meditar) que exclamar con palabras interiores (actos anagógicos), con las que mostramos a Dios nuestro amor y nuestra entrega. 

Puede pasarse, casi sin darnos cuenta, de la meditación a la contemplación, o presencia de Dios o recogimiento. Y esto es don y decisión del Señor.  No podemos lograrlo por propio esfuerzo, por más que tratemos.  Nuestro esfuerzo consiste en sintonizar, en adorar.  Y si viene –porque así Dios lo decide- hay que darle paso a esa oración más elevada.

La meditación moviliza nuestra inteligencia para ponerla al servicio de la Palabra de Dios.  Pero, no sólo Santa Teresa, sino otros Directores Espirituales ponen límite a la oración de meditación.

La meditación es útil.  Consiste en preparar la tierra y quitar las piedras, para hacernos más abiertos a Dios, a confiar en El, a amarle mejor.   Pero la contemplación y la oración de silencio son mejores aún, pues nos llevan inmediatamente a un contacto directo personal con el Señor.  (cf. Padre Marie Dominique Philippe en Seguir al Cordero) 

Pueda que sea más fácil meditar, porque allí sentimos que  mantenemos el control.  Podemos hasta volvernos especialistas en meditación.  Pero, si insistimos demasiado en meditar podemos impedirnos a nosotros mismos llegar al silencio de la oración contemplativa, por querer seguir controlando con el pensamiento y los razonamientos.

Al Demonio no le interesa que contemplemos, ni siquiera que nos recojamos.  Nos mete dudas, nos mete temores, para que sigamos exteriorizados.  No quiere que lleguemos al contacto directo con Dios en el silencio.  Así el que tiene mejor control es el Maligno y puede tener más éxito en las tentaciones
.
Podríamos, por causas ciertas, dejar de meditar lo que nos hemos propuesto (una vez por semana o al menos una vez al mes) pero no podemos nunca dejar de orar.  Nunca podemos dejar de adorar.

Tampoco debemos confundir lectura espiritual con oración.  Hay que leer buenos y recomendados libros, pero no podemos nunca restarle a la oración para leer.

COMO MEDITAR
oración mental o meditación


La meditación es un trabajo intelectualcon el que se busca mover la voluntad hacia unmejoramiento espiritual.
La meditación está ordenada hacia la contemplación. De tal manera que, si estando en meditación, el Espíritu Santo nos da la gracia de recogernos en silencio o de darnos contemplación, no podemos tratar de seguir meditando.
No podemos decirle al Espíritu Santo:  “un momentito, pues  estoy haciendo mi meditación”. El Espíritu Santo es nuestro guía en la oración.  Hay que dejarle a El hacer lo que quiera, cómo quiera, cuándo quiera y dónde quiera… aunque no completemos la media hora o la hora que hayamos previsto para la meditación.

Es lo mismo que cuando se está rezando el Rosario.  Si sentimos el silencio de recogimiento ¡para eso también es el Rosario!  No hay que insistir en seguir repitiendo Ave Marías.
Hay que saber que la finalidad de la oración vocal y de la meditación es el recogimiento y la contemplación.  Allí en recogimiento es que mejor puede el Alfarero actuar en el alma.

En la meditación cristiana contemplamos por medio de representaciones mentales y/o lecturas, algún pasaje de la Sagrada Escritura,(Lectio Divina)  o alguna verdad de nuestra Fe, o alguna faceta o momento de la propia vida, para tratar de descubrir en la meditación la Voluntad de Dios para sí.

Si se usa la Biblia, lo normal es usar sobre todo el Nuevo Testamento, pero no debe descartarse el Antiguo, que ayuda a comprender mejor el Nuevo.  “Ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo”, decía San Jerónimo (traductor de la primera Biblia -la llamada Vulgata- al Latín común o vulgar).  Y cuando hablaba de la Escritura, él se estaba refiriendo al Antiguo Testamento.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la MEDITACION es sobre todo una búsqueda, en la que la persona trata de comprender el por qué y cómo de la vida cristiana para responder a lo que el Señor le pide (cfr. #2705).

El Padre Marie Dominique Philippe, op, dice de la meditación:  “es muy buena si tenemos tiempo para dedicarle y, ordinariamente hay que mantenerla.  Si podemos consagrar cada semana una o dos horas para leer (y meditar) la Escritura, es excelente”.
Según el último Manual de Indulgencias, se puede lucrar Indulgencia Plenaria por la lectura de la Biblia durante media hora.  Se puede aprovechar mejor esta lectura, por supuesto, si se hace en forma de meditación o lectio divina.

ORACION CONTEMPLATIVA o
CONTEMPLACION


En este tipo de oración el orante no razona, sino que trata de silenciar su cuerpo y su mente para estarse en silencio con Dios.
La oración de silencio o contemplativa ha sido descrita detalladamente en las obras de dos Doctores de la Iglesia:  Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
La búsqueda en nuestro interior oi nteriorización se fundamenta en un dato de fe:  Dios nos inhabita, somos "templos del Espíritu Santo" (cf. 1 Cor 3, 16).

“Entra", dice Santa Teresa, porque tienes"al Emperador del cielo y de la tierra en tu casa ... no ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí ... Llámase recogimiento porque recoge el alma todas las potencias (voluntad, entendimiento, memoria) y se entra dentro de sí con su Dios".

La oración de silencio es un movimiento de interiorización, en la que el orante se entrega a Dios que habita en su interior.  Ya no razona acerca de Dios, sino que se queda a solas con Dios en el silencio, y Dios va haciendo en el alma su trabajo de Alfarero para ir moldeándola de acuerdo a Su Voluntad.

La contemplación consiste en ser atraído por el Señor, quedarse con El y dejarle que El actúe en el alma.
La contemplación, según Santo Tomás, es una anticipación de la Visión Beatífica.  Es vivir de manera incompleta y sólo por  un instante lo que Dios vive eternamente.
Sea la contemplación o sean gracias místicas  que pueden darse en este tipo de oración, son don de Dios.  Por ello, no pueden lograrse a base de técnicas.   Ni siquiera son fruto del esfuerzo que se ponga en la oración, sino que como don de Dios que son, El da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.
A Santa Teresa se las daba por cantidad a Santa Teresita por poquitos.   Decía ella “por charquitos”.
Dios es libérrimo y se da a su gusto y decisión:  un día puede darnos un regalo de contemplación y al día siguiente podemos sentir la oración totalmente insípida.  Dios es el imprevisible por naturaleza:  no podemos prever lo que nos va a dar.  Casi siempre nos sorprende.
Buscar a Dios en la oración de silencio depende del orante.   Recibir el don de la contemplación depende de Dios.   Dice Sta. Teresa:  "Es ya cosa sobrenatural ... que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos".
Pero cuando deseamos ahondar un poco más en la adoraciónel Espíritu Santo puede darnos un poco de consuelo, haciéndonos sentir su Amor, su consentimiento, sus gracias.

Es muy importante tener en  cuenta que las gracias místicas que puedan derivarse de este tipo de oración no son su verdadero fruto, ni siquiera son necesarias para obtener ese fruto.

En la contemplación somos instruidos por el Espíritu Santo de manera especial, en silencio, aún sin ver ni oír nada.  Si es Voluntad Divina, el Espíritu Santo puede regalarnos gracias especiales de visión o de escucha, hasta de olfato.  Pero las gracias verdaderamente importantes no están en esas experiencias sensoriales, que son consentimientos del Señor y que no son indispensables para avanzar en la oración.

El fruto verdadero de la oración (vocal, mental o contemplativa) es:
  1. ir descubriendo la Voluntad de Dios para nuestra vida.
  2. irnos haciendo dóciles a la Voluntad de Dios.
  3. llegar a que sea la Voluntad de Dios y no la propia la que rija nuestra vida:  nuestra voluntad unida a la de Dios, o sea, la“unión de voluntades” de que habla Santa Teresa.
Un error común es creer que ésta, que es la oración más elevada, está reservada sólo para unas poquísimas almas escogidas, generalmente monjas o monjes de claustros y comunidades contemplativas.  Ese concepto le encanta al Enemigo, que no quiere que seamos verdaderos orantes.
La oración de silencio, de recogimiento, de contemplación es para todo aquél que desee buscarla.  Santa Teresa de Jesús dice que la oración contemplativa es la "Fuente de Agua Viva" que Jesús promete a la samaritana y que la promete para  "todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed" (Jn 4, 13).  No dice el Señor que la dará a unos y a otros, no.



¿COMO HACER
ORACION DE CONTEMPLACION?
1. Se requiere soledad y silencio:
Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", dice Santa Teresa. Soledad para entender "con Quién estamos". Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior. Es en el silencio cuando Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios. En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El.

2. ¿Quién puede hacer este tipo de oración?
Según Sta. Teresa, la oración de contemplación es la "Fuente de Agua Viva" que prometió el Señor a la Samaritana (cfr. Jn. 4). "Mirad que os llama a todos ... no dijo a unos daré y a otros no". Es decir, no dijo que daría de esta "Agua" a ciertos escogidos, sino dijo: "Todo el que beba de este agua, no volverá a tener sed" (Jn. 4, 13).

3. Nuestra participación en la oración
La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores). El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos. Además, orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar.

4. La participación de Dios
La participación de Dios escapa totalmente nuestro control y El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora. En ese silencio de la oración contemplativa Dios puede revelarse o no, otorgando o no gracias místicas o contemplativas. Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere. La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas, sino por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.

La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no.

CONDICIONES PARA LA ORACION CONTEMPLATIVA.
1. Fe
Creer que Dios está presente. Vivo en la fe, la fe que me dice Dios está aquí. ¿Lo veo? No ... simplemente lo sé.

2. Deseo inicial de oración y perseverancia
A esto llama Santa Teresa "determinada determinación", que se requiere para iniciar el camino de oración y para mantenerse en él. Esta determinación es necesaria para poder enfrentar las resistencias que vamos a tener. Estas vienen de nuestro interior y del exterior.
Los primeros obstáculos que se anteponen a la oración son el temor y la duda. Y el Demonio tienta con la duda para que no comencemos. Y con el temor para que, una vez tomada la decisión y haber comenzado, no continuemos con la oración de silencio.
Otra tentación puede ser pensar que se está muy avanzado en años para la contemplación. Pero nunca es tarde para empezar. Siempre hay obreros de última hora, también en la oración.
Pero la determinación no es sólo necesaria para el arranque inicial, sino sobre todo para continuar en el camino. Recordemos que el Enemigo no quiere que oremos, mucho menos que lleguemos a la oración contemplativa.

3. Pureza de corazón
Buscar a Dios por lo que es y no por lo que da. "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" (Sta. Teresa de Jesús). Se trata de buscar al Señor y no los dones del Señor. Se debe esperar al Señor que es el imprevisible por excelencia y no los dones del Señor.
Esto implica que se debe ir a la oración desapegado. Y esto significa estar dispuesto a aceptar la manera que el Señor elija para encontrarse El con nosotros: puede ser árida, fervorosa, sensible, contemplativa. El orante va a dar su vida, su ser, su "nada". En una palabra: se va a la oración a "dársele" uno a Dios.

4. Humildad
La Contemplación es don "que no se puede merecer" (Santa Teresa). ¡Es un super-privilegio! Reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos … Y reconocernos indignos de ser consentidos por el Señor con dones contemplativos.
Dios es el "Todo". Sus creaturas nada somos, nada podemos, nada tenemos fuera de El. Creer esto de veras es comenzar a ser humilde.

5. Sencillez, pobreza e infancia espiritual
"Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25).
Hacernos sencillos, es decir, sabernos incapaces, para poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios.
Hacernos pobres en el espíritu para dejarnos colmar de todos los bienes del Señor, a través de la oración.
Hacernos pequeños para que Dios pueda crecer en nosotros a través de la oración.
Hacerse niños para poder creer y confiar en Dios nuestro Padre como los niños confían en sus padres.

6. Entrega de la voluntad
La Oración de Contemplación requiere una entrega total, un "sí" incondicional y constante. Buscar a Dios para dárnosle, sólo porque El es. El orante "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" (Santa Teresa).
Entregar la voluntad es ir conformando la voluntad con la de Dios; no imponerle a Dios nuestra propia voluntad.
Entregar la voluntad es ir aceptando los planes de Dios para nuestra vida; no es imponer a Dios nuestros propios planes.
Entregar la voluntad es cooperar con los proyectos que Dios tiene para nuestra existencia; no es exigir a Dios Su cooperación para los proyectos que nosotros nos hemos hecho.
Entregar la voluntad es esperar pacientemente el momento del Señor, pues Dios tiene sus ritmos y sus tiempos. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar".
Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad es condición importante para la Contemplación.

7. Desapego de lo creado:
Memoria del Creador,
olvido de lo creado,
atención al interior
Y estarse amando al Amado.
(San Juan de la Cruz)

Al tener un apego irresistible a Dios, estamos en el desapego.

8. Vivir el presente
Para orar hay que centrarse en el momento presente. No hay que hurgar en el pasado -salvo en los casos en que debemos revisarlo para corregir nuestras tendencias. Tampoco hay que pensar en el futuro, sobre nuestros planes y deseos.
Hay que estar en el ahora: aquí está Dios. La siguiente experiencia mística puede mostrar cuán importante es esta condición para la oración:

"Estaba lamentándome del pasado
y temiendo el futuro.
De repente mi Señor estaba hablando:
MI NOMBRE ES 'YO SOY' ...
Cuando vives en el pasado con sus errores y pesares, es difícil, Yo no estoy allí.
MI NOMBRE NO ES 'YO FUI' ...
Cuando vives en el futuro con sus problemas y temores, es difícil. Yo no estoy allí.
MI NOMBRE NO ES 'YO SERE' ...
Cuando vives en este momento, no es difícil.
Yo estoy aquí.
MI NOMBRE ES 'YO SOY'"

(Poema de Hellen Mallicoat).

9. Se requiere soledad y silencio:
Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", dice Santa Teresa. Soledad para entender "con Quién estamos".
Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior.
Es en el silencio cuando Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios.
En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El.
Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio.
El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración.
En el caso de los Dominicos, Santo Domingo de Guzmán quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. Se hablaba de la santísima ley del silencio, que si era quebrantada por algún fraile, éste debía ser corregido con penas graves. Esta ley manifestaba que sin silencio, no había predicación, porque no había contemplación. 

10. Nuestra participación en la oración
La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores).
El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos.
Hay que ir con un corazón dispuesto. Nuestra alma es como las tinajas de las Bodas de Caná. Hay que llenarlas de agua, bien hasta los bordes, para que el Señor transforme ese agua.
Nosotros llenamos las tinajas como los sirvientes de las Bodas de Caná, es decir, aportamos nuestra buena voluntad (quiero amar, entregarme a El).
Pero Jesús es el que puede transformar el agua en vino, es decir, transforma nuestra entrega en su Amor.

11. La participación de Dios
La participación de Dios escapa totalmente nuestro control, porque El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora.
En ese silencio de la oración contemplativa Dios puede revelarse o no, otorgando o no gracias místicas o contemplativas. Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.
La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas. Se mide por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.

ARIDEZ:
La participación de Dios puede ser en aridez. Cuando ésta venga –que vendrá- hay que tener cuidado, porque puede convertirse en una tentación.
Pudiera suceder que cuando ya hemos avanzado algo en la oración o cuando estamos agobiados de trabajo y se descuide la oración, se comience a creer que la oración de contemplación no es para uno. Ese sería un triunfo del Demonio, pues hace todo lo que puede para que nos quedemos exteriorizados.
Cuando estemos en aridez, más hay que adorar. Puede ser cansado. Es como sacar agua del pozo, en vez de recibirla por irrigación o –mejor aún- de la lluvia (cf. Santa Teresa de Jesús).
La aridez es parte del camino de oración. Porque creer en el Amor de Dios no es sentir el Amor. Es, por el contrario, aceptar no sentir nada y creer que Dios me ama.
Así que no hay que juzgar la vida de oración según ésta sea árida o no. La sequedad es un dolor necesario. No podemos amar a Dios por lo que sentimos, sino por lo que El es.
La aridez es necesaria para ir ascendiendo en el camino de la oración. Así que, viéndolo bien, la aridez es un don del Señor, tan grande o mayor que los consuelos en la oración.
Con la aridez el Señor nos saca del nivel de las emociones y nos lleva al nivel de la voluntad: oro aunque no sienta porque deseo amar al Señor.
La aridez, entonces, cuando no es porque nos hemos alejado del Señor por el pecado o por no orar, es un signo de progreso en la oración.

CONCLUSION:
La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no, estemos en aridez o no.
Y recordemos: orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar




¿CÓMO DISPONERSE A LA CONTEMPLACION?
ADORACION yo
RECOGIMIENTO yo y Dios
CONTEMPLACION Dios

Hay que sintonizar a Dios, como sintonizamos una estación de radio-comunicación.  El Señor puede trasmitir, o en silencio, o con palabras, o con visiones, o con agradables aromas.  Nunca lo sabremos de antemano.

La sintonización la podemos hacer con la  a d o r a c i ó n  y/o con actos anagógicos.  Puede el Señor dejarnos en adoración o recogernos en su silencio.  Y puede ir más allá:  darnos contemplación y gracias místicas.

COMO ADORAR:
Recordemos la escena de los Reyes Magos ante el Niño Jesús y la de los 24 Ancianos del Apocalipsis, los cuales se postraron y adoraron al Señor, quitándose sus coronas.

Quitarnos nuestras coronas es despojarnos de nuestro yo.  Despojarnos de nosotros mismos es estar frente a Dios en la verdad.  “Los verdadero adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23).  Somos capaces de ser veraces prácticamente sólo cuando adoramos.  La adoración es lo que nos hace estar en verdad. 

Y ¿cuál es nuestra verdad?  Que somos directamente dependientes de Dios.  No nos valemos por nosotros mismos.  La adoracióne exige esa pobreza de las bienaventuranzas:  ser pobre de espíritu.  Es la pobreza radical de quien se sabe nada.  Nada somos, nada tenemos.  Dios es Todo, yo soy nada.

Al descubrir a Dios como Creador,descubrimos inmediatamente que no somos nada y que todo lo recibimos de El.  Nos ponemos, entonces, delante de Dios en desnudez, como Job cuando al final aceptó -por fin- que recibía todo de Dios:  “Reconozco que lo puedes todo” (Job 42, 1-6).

Como la canción Maranatha:  “Haz que me quede desnudo ante tu presencia, haz que abandone mi vieja razón de existir”.   Hay que abandonar las alforjas que cargamos y el viejo vestido, que llevamos puesto.  Y que pretendemos llevarlo –inclusive- a la oración.
La alforja que más pesa es el orgullo.  Es inútil buscar mucho cuál es nuestro pecado dominante:  es el orgullo en todas o en algunas de sus formas.  El orgullo fue el pecado original y luego se ha repetido con diversas melodías cacofónicas a lo largo de la historia de la humanidad:

Engreimiento, deseo de poder, vanidad (querer quedar bien, querer ser apreciado, reconocido, estimado, aprobado, consultado, alabado), preferido, defensa de  los propios criterios (que no suelen provenir de la oración, sino de los razonamientos estériles) defensa de los propios intereses, creerse indispensable, querer aparecer, defensa de la propia imagen, temor a perder la fama,  temor a la crítica y aún a la corrección,  etc. etc. etc.  Son todas formas de orgullo. 

El orgullo nos impide adorar, porque el orgulloso no es capaz de quitarse su corona, esa corona que está cargada de todas esas formas de orgulloque van contra la humildad y contra la pobreza de espíritu.
Por eso, al no más darnos cuenta de alguna forma de orgullo, hay que ponerse en adoración en seguida.  Porque, si el orgullo nos impide orar, por consecuencia lógica:  la adoración nos quita el orgullo. 
Por la adoración vamos poco a poco,progresivamente, siendo humildes,permitiendo al Espíritu Santo que nos vaya curando del orgullo y regalándonos humildad, base de todas las demás virtudes y de muchos otros regalos del Espíritu Santo.
La adoración es el verdadero camino que nos conduce de manera segura –aunque paulatina- a la humildad. 

Y ¿qué es la humildad?  Volvemos al tema del comienzo:  La Búsqueda de la Verdad. “Humildad es andar en verdad”, según Santa Teresa de Jesús.  Y andar en verdad es reconocernos creaturas dependientes de Dios que nada somos ante El y nada podemos sin El.

ETAPAS o NIVELES en la VIDA de ORACION CONTEMPLATIVA
1. Según Santa Teresa de Jesús:
Sta. Teresa de Jesús refiere siete niveles, "Siete Moradas", en el camino de oración que es para ella la "historia de amistad con Dios", que van desde la conversión inicial en que comienza el trato con Dios, pasando por la ORACION DE UNION en la que la voluntad del orante y la de Dios son una sola, y culminando en el MATRIMONIO ESPIRITUAL, o sea, la unión total del alma con Dios, que bien la describe San Pablo: "Vivo ya no yo, sino es Cristo Quien vive en mí" (Gal.2, 20). Estos niveles que Sta. Teresa distingue y que varían según haya mayor, menor o ninguna intervención de las potencias del alma (voluntad, entendimiento y memoria) son los siguientes:
  • Trato inicial con Dios
  • Oración de recogimiento
  • Oración de quietud
  • Sosiego de potencias
  • Oración de unión
  • Desposorio espiritual
  • Matrimonio espiritual
2. Según otros autores espirituales:
Otros escritores espirituales han descrito este camino de santificación en formas análogas:La Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz tiene tres etapas; doce son los peldaños de la escalera de la Humildad de San Benito; tres las etapas del desarrollo del hombre (infancia, adolescencia y madurez) de Sto. Tomás de Aquino. Un autor espiritual más reciente,Reginald Garrigou-Lagrange, o.p. (cfr. "Las Tres Etapas de la Vida Interior", 1944) toma de todos y basándose en el Evangelio, describe la vida espiritual también en tres etapas, cada una precedida de un momento de crisis o transición que denomina "conversión".

Las diferentes etapas no deben tomarse rígidamente, pues pueden darse características propias de una de las fases en alguna otra. Pueden también darse momentos de avance considerable o de regresiones a etapas anteriores. Se utiliza la división sólo como una herramienta para poder describir este complejo proceso del que sólo Dios y el alma son autores y que varía de una persona a otra, según los designios divinos y la fidelidad de la persona en su respuesta a la gracia.

Tanto Sta. Teresa de Jesús, como San Juan de la Cruz, ambos Doctores de la Iglesia y de quien el Papa Juan Pablo II dijo que en ellos veneraba a los maestros espirituales de su vida interior, asocian los diferentes grados de oración contemplativa (camino de oración) con el camino de la santificación.

TRES ETAPAS
EN LA VIDA CONTEMPLATIVA
1ª ETAPA:
En esta primera etapa de oración el esfuerzo del orante se concentra más que todo -y así debe ser- en evitar el pecado, aunque no siempre logra vencer el mal.
Como principiante tiene un conocimiento rudimentario de sí mismo y de Dios. Poco a poco el Señor le va descubriendo sus defectos y, si en lugar de excusarse, responde generosamente a la gracia buscando corregirse, Dios le va develando al alma su miseria y su pobreza, haciéndoselas ver a la luz de Su Infinita Misericordia. 
Aún ignora el amor propio y el egoísmo que hay en su interior y se rebela con frecuencia al tener una contrariedad o sufrir alguna corrección. No pocas veces ve estos defectos mejor en los demás que en sí mismo, confirmando la advertencia de Jesucristo: "¿Cómo es que miras la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?" (Mt.7, 3).
Se puede decir que el principiante lleva dentro de sí un diamante envuelto todavía en otros minerales inferiores, y no conoce aún, ni el valor del diamante, ni la inferioridad de lo que lo cubre.
Su conocimiento de Dios es incipiente:quizá a través de la naturaleza o de las parábolas o de oraciones comunitarias o de la Liturgia. Aún no se ha familiarizado con los misterios de la salvación ni puede penetrar en el misterio de la Bondad Infinita de Dios.
Su amor a Dios es más bien un santo temor por miedo al castigo; posteriormente éste se convierte en miedo a ofender a Dios.

La oración del principiante es vocal, pudiendo ser de oraciones ya hechas u oraciones espontáneas, como una conversación con Dios. Poco a poco la oración se va simplificando cada vez más hasta intentar la oración de recogimiento. Si el alma va respondiendo generosamente a la gracia, el Señor suele enviar gozos sensibles en la oración o en la lectura de la Palabra.
En esta etapa existe el peligro de habituarse y complacerse demasiado en la gratificación que puede venir con la oración de recogimiento, como si lo sensible fuera un fin y no un medio. Se corre, entonces, el riesgo de caer en lo que San Juan de la Cruz denomina "gula espiritual", y también en un inconsciente orgullo sobre las cosas espirituales, al considerar inferiores a los demás.
Sin embargo, en esta etapa comienzan a brotar los primeros grados de humildad, que hace que desconfiemos de nuestras fuerzas y que confiemos en Dios.

2ª ETAPA:
Así como los Apóstoles sufrieron la privación de la presencia física de Jesús durante la Pasión y en ese momento de profunda crisis lo abandonaron y Pedro llegó incluso a negarle, éste, por el fervor de su arrepentimiento "lloró amargamente" (Mt.26, 75), y no sólo recuperó la gracia perdida, sino que fue ascendido a un grado superior. El Señor lo curó de su presunción(cfr. Jn.13, 6-38) para que fuera más humilde, poniendo su confianza en Dios y no en sí mismo.
No siempre la segunda conversión viene precedida -como en el caso de Pedro- de una caída más o menos grave; podría venir en forma de una injusticia que se nos hace, una persecución que debemos sufrir, etc. En este caso, el Señor nos ayuda a perdonar al causante de nuestra situación. En el caso de la caída, nos hace crecer -como Pedro- en humildad. Podría venir también esta segunda conversión en ocasión de la muerte de un ser querido, de una desgracia o fracaso, o de tantas circunstancias que nos hacen ver la poca importancia de las cosas terrenas, frente al gran valor de las cosas de Dios. Cualquiera que sea la situación, si se aprovecha adecuadamente de acuerdo al plan de Dios, hace que el alma pueda ascender a una etapa superior de la vida espiritual.

Esta purificación, correspondiente a lo que San Juan de la Cruz denomina "Noche Oscura de los Sentidos", consiste en una aridez o sequedad y hasta dificultad para la oración,causadas precisamente por el Señor, con la privación del alma del gozo o fervor llegado a través de la mente o los sentidos, para introducirla en una nueva modalidad de la gracia, la cual no es captada al principio por el alma.
Viene luego, una especial efusión del Espíritu Santo, cuya influencia se nota en una mayor apertura y docilidad del alma a sus inspiraciones.

En esta etapa de purificación en la aridez es sumamente importante la perseverancia. Por encima de las apariencias Dios está presente y no debemos caer en la tentación de dejar la oración.
Después de la segunda conversión el alma comienza a adentrarse en los Misterios de la Salvación, que van desde la infancia del Salvador y su vida pública, pasando por la Pasión hasta Su Resurrección y Ascensión, culminando con Pentecostés. Estos Misterios se nos ofrecen en toda su riqueza a través del Rosario y del Vía Crucis. En esta etapa el Rosario ya no es una repetición mecánica de Ave Marías, sino la oportunidad para penetrar en los Misterios de la Infancia, de la Pasión y de la Gloria de Cristo. Se convierten así estas devociones en verdaderas prácticas de contemplación y de influjo del Espíritu Santo.

Los Misterios Gozosos nos muestran las verdaderas alegrías que no mueren: la Anunciación del Dios-hecho-Hombre, el Nacimiento del Salvador ... Los nuevos Misterios Luminososnos remiten a los hechos más importantes de la vida pública de Jesús y nos invitan a seguirle, al responder a su predicación del Reino y el llamado a la conversión ... Los Misterios Dolorosos y el Vía Crucis nos muestran el valor del sufrimiento y nos enseñan también a abrazar nuestra cruz, no sólo con resignación, sino con alegría ... Los Misterios Gloriosos nos muestran, frente a la fragilidad e insuficiencia de las cosas terrenas, el camino que nos lleva a la perfecta felicidad en la eternidad.

En esta segunda etapa va recibiendo el alma nuevas luces que a veces no comprende, pero que la ayudan a penetrar más y más el espíritu del Evangelio. Comienza a hacer vida la Palabra de Dios y la Eucaristía; empieza asentir como propia la vida de la Iglesia,formando parte de alguna comunidad eclesial.

En su oración, dentro de la aridez propia de esta etapa, pueden darse actos aislados de contemplación. Gran impedimento para progresar es la presunción por la que uno cree saberlo ya todo en la vida interior. Aunque las lecturas espirituales son muy provechosas y necesarias, no debe dejarse la oración por éstas. Dice un gran Doctor de la Iglesia, que más aprendió orando al pie de un Crucifijo o frente al Sagrario, que en los libros más sabios, pues en la oración íntima (Contemplación) está el Espíritu que vivifica y en un instante instruye con una luz que hace comprender y hace vida, ideas muchas veces leídas y escuchadas, pero no comprendidas plenamente.

Surgen en esta etapa otros frutos del Espíritu, como la magnanimidad, la paciencia, la mansedumbre, la afabilidad, la fidelidad o perseverancia, la templanza o dominio de sí. Se da, además, la entrega total del alma a la Voluntad de Dios, llamada por Sta. Teresa"desposorio espiritual".
Sin embargo, en esta fase no queda el alma aún libre de las interferencias de la sensibilidad de la carne y del mundo, por lo cual a veces puede perder la paz y hasta retroceder y caer.

CARISMAS o GRACIAS EXTRAORDINARIAS:
En esta segunda etapa y continuando en la siguiente comienzan a surgir los Carismas o Dones Carismáticos, llamados por los Místicos Gracias Extraordinarias, que son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe y como auxilio a la evangelización (cfr. 1ªCor.12, 7). Los diferentes Carismas se describen también en 1ª Cor.12, 8-11 y 12, 28 - Rom.12, 7 - Ef. 4, 11.
Los Carismas son, pues, dones espirituales, gratuitamente derramados, que no dependen del mérito ni de la santidad personal, ni tampoco son necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, el ejercicio abnegado de ellos de hecho produce progreso en la vida espiritual por ser actos de servicio al prójimo.


3ª ETAPA:
La tercera conversión es semejante a la de los Apóstoles cuando, después de la Ascensión, se vieron privados totalmente de la presencia del Señor en la tierra.
Todavía quedan en el alma impurezas que le impiden la total unión con Dios, que es la característica de esta tercera etapa. Por ello debepasar por la más difícil de las purificaciones.

San Pedro nos dice es "preciso que todavía seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero, que es probado al fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor en la Revelación de Jesucristo" (1ª Pe.1, 6-8).
San Juan de la Cruz describe la Noche Oscura por la que el alma tiene que pasar para entrar en esta tercera etapa de unión con Dios como "la fuerte lejía de la purgación de esta noche del espíritu, sin la cual no podrá venir a la pureza de la unión divina". Esta tercera conversión o Noche Oscura del Alma -como la llama San Juan de la Cruz- no se trata de una aridez o sequedad, como en la segunda conversión, sino que es una verdadera desolación de orden espiritual: mientras el alma anhela a Dios, se siente abandonada de El.

Debe entonces el alma caminar a oscuras en pura fe. Tal como aconteció a los Apóstoles el día de la Ascensión del Señor. Hasta ese momento su intimidad con El iba siempre en aumento, pero ese día Jesús subió al Cielo, de modo que ya no le verían más en la tierra; les dejó privados de su presencia y de sus palabras que les daban vida. Y debieron sentirse muy solos y aislados, pensando en las dificultades de la misión que les había encomendado: la conversión de un mundo impío, sumergido en los errores del paganismo, y en las persecuciones y sufrimientos que les esperaban.
Debieron recordar entonces las palabras de Jesús: "Conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Divino Consolador no vendrá a vosotros; mas si yo me voy, os lo enviaré" (Jn.16, 7). Es decir, convenía que les privara de Su presencia sensible, pues estaban aficionados a la humanidad de Cristo y no podían elevarse al amor espiritual de Su Divinidad:no estaban aún preparados para recibir al Espíritu Santo.

Al considerar esta privación de la presencia terrena de Cristo que precedió a la profunda transformación que los Apóstoles sufrieron en Pentecostés, podemos ver en qué consiste esta Noche Oscura y cuál es su finalidad: queda el alma envuelta en una verdadera noche espiritual al verse privada de las luces que hasta ahora la iluminaban, para luego experimentar una efusión especial de unión con Dios.
Sin embargo, explica San Juan de la Cruz, que esta oscuridad no es realmente tal, sino más bien luz excesiva que encandila al alma. "La Divina Sabiduría nos parece oscura por estar muy sobre la natural capacidad de nuestra inteligencia y, cuanto más nos embiste, más oscura nos parece".
En esta prueba, como en otras, debemos creer muy firmemente en lo que el Señor nos ha dicho acerca de la eficacia purificadora del sufrimiento y de la cruz, y esperar contra todas las apariencias, orando continuamente.

Siguiendo a San Pablo: "Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestra persona el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona" (2ª Cor. 4, 8-12).
Puede ir esta Noche Oscura acompañada de grandes tentaciones, sobre todo contra la fe, como sucedió a muchos santos, entre ellos a Santa Teresita del Niño Jesús y San Vicente Paúl.

Así describe Santa Teresa de Jesús esta Noche Oscura del Alma: "¡Oh válgame Dios, y qué son los trabajos interiores y exteriores que padece un alma hasta que entre en la séptima morada ... Ningún consuelo se admite en esta tempestad ... En fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar la misericordia de Dios, que a deshora con una palabra suya o una ocasión, le quita todo tan de presto, que parece no hubo nublado en aquel alma, según queda llena de sol y de mucho más consuelo!"

Esta tercera fase lleva a la unión total del alma con Dios, el más alto grado de unión con Dios posible en la tierra. Sta. Teresa la define como el "Matrimonio Espiritual". Es, según San Juan de la Cruz, "la transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de la una a la otra".Depende, entonces, de una perfecta donación del alma a Dios y de Dios al alma.
(Es importante hacer notar que la diferencia, aunque aparentemente sutil, de esta unión entre el alma con Dios de la Mística Cristiana y la auto-divinización que es propuesta fundamental del "New Age", a través del Monismo y del Panteísmo, radica en dos cuestiones fundamentales: 1ª) El alma humana no es parte, ni pasa a formar parte de la divinidad, como proponen el Monismo y el Panteísmo. 2ª) La transformación total en Dios de que habla San Juan de la Cruz no se da por "fusión" con la divinidad, sino por "posesión": el alma se entrega totalmente a Dios que la posee, tomando la dirección de toda su vida e inspirándola en cada uno de sus actos, y la creatura posee a su Dios, no sólo como a quien mora en ella, sino como a quien la vivifica, la mueve y la gobierna).
Por eso San Pablo describe esta etapa así:"Ya no soy yo quien vivo, sino es Cristo quien vive en mí" (Gal. 2, 20).