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La Paz de Cristo



JESUS daba 'la paz' en su saludo a los demás ... era su saludo familiar... de amor, de amistad,
“¡La Paz esté con ustedes!” (Jn 20, 19).
Por que saludaba JESUS con 'la paz' ?
Por que 'la paz' lo es todo ...
La paz es alegría,
La paz es el bienestar,
La paz es un grito de libertad,
La paz es ilusión
La paz es amor,
La paz es imaginación,
La paz es un canto de ruiseñor,
La paz es la utopía que todos quisiéramos alcanzar>
La paz es lo mas difícil de lograr,
La paz es un lazo de amistad,
La paz es un grito de esperanza,
La paz es seguridad,
La paz es el propósito siempre deseado,
La paz es el propósito mas olvidado,
La paz es olvidar las guerras,
La paz es una ambición,
La paz es soñar despierto,
La paz es mas que una palabra,
La paz es vida,
La paz es un derecho que todos deberíamos tener
La paz nunca se debe olvidar
La paz nunca se debe negar
La paz siempre se debe aceptar
La paz es como el agua, necesaria para vivi
La paz es la salud del alma
Y ... la paz es necesaria para la salud del cuerpo

LA PAZ SEA CONTIGO

El saludo de la Paz que nos damos durante la Santa Misa, es una costumbre ancestral de los pueblos orientales, este saludo conlleva un deseo tanto de bienes espirituales, como la tranquilidad, la armonía, la concordia, como también bienes materiales o temporales.
En el evangelio encontramos varias ocasiones en que se habla del saludo de la Paz, por ejemplo cuando Jesús daba instrucciones a sus apóstoles sobre la forma en que deberían comportarse durante su misión apostólica, les dice que “En cualquier casa que entren digan primero: la paz sea con esta casa”, también en las apariciones de Jesús después de su resurrección, se presenta diciendo: “¡La Paz esté con ustedes!” (Jn 20, 19).<
Los deseos de Dios para todos los hombres son de paz, cuando Jesús nació los ángeles proclamaban:
 “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”
es decir que Jesús vino al mundo para traernos esa paz que nos desea el Padre y esa paz que recibimos de él, y que como hemos dicho implica no solo el deseo de bienes espirituales sino también materiales, debemos derramarla a nuestro entorno familiar y social, llevándola a la práctica es decir sin limitarnos exclusivamente al deseo, sino a procurar hacer todo lo que esté de nuestra parte para lograrlo, para construir esa paz, actuando con generosidad, con justicia y con amor hacia nuestros semejantes.
Nosotros como apóstoles o seguidores de Cristo debemos ser portadores de la paz, predicadores y constructores de la paz que el Señor nos desea, de esa manera estaremos difundiendo el Reino de Dios entre los hombres, esa es nuestra misión y no sólo darla por obligación o por cumplir, sino darla en abundancia sin regatearla, tal como Cristo nos enseñara.
Durante la Santa Misa, en el momento en que el sacerdote abre los brazos y derrama sobre nosotros la paz de Cristo, intercambiemos un saludo de paz franco, “La Paz sea contigo”, estrechando las manos cariñosamente, con una sonrisa en los labios, sin llegar a esos excesos que pareciera una salutación de año nuevo ni trasladándonos de un sitio a otro desordenadamente, limitemos nuestro saludo a las personas que están a nuestro alrededor sean conocidos o no, poniendo el corazón en nuestras palabras, con un deseo sincero de paz y oremos por aquellos pueblos que viven alejados de la paz o que están en peligro de perderla, para que encuentren los caminos del Señor, que son los caminos del amor y la fraternidad.
Señor!, gracias por el don de la paz, danos tu paz, permite que podamos contribuir con nuestras acciones y con nuestra caridad a que todos nuestros semejantes puedan también disfrutar de esa paz que tú nos das, renueva cada día en nuestros corazones las ansias de paz para con nosotros mismos y para con nuestros prójimos. Amén.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
 La buena noticia de la paz en el Nuevo Testamento

El significado de la palabra hebrea shalom y su traducción griega eirênê no se ajusta al significado del término latino "pax" ni al castellano "paz".

El Diccionario de María Moliner define esta palabra, en primer lugar, como "situación en la que no hay guerra o lucha"; en segundo lugar, la considera sinónimo de "tranquilidad", "ese estado de ánimo en cualquier sitio o situación cuando no hay lucha o intranquilidad de ninguna clase".

Para los orientales, sin embargo, esta palabra tiene unas veces un significado más amplio y envolvente; otras, más vago y difuminado; a veces, su significado resulta difícil de precisar. No es fácil encontrar en la Biblia un término con significado tan denso como éste.

En las lenguas semitas hay, no obstante, un denominador común. Con la raíz shlm --de donde deriva shalom-paz-- se indica una dimensión elemental de la vida humana, sin la cual ésta pierde gran parte de su sentido, si no todo. Con la palabra paz se indica "lo completo, íntegro, cabal, sano, terminado, acabado, colmado". La paz, así entendida, designa todo aquello que hace posible una vida sana armónica y ayuda al pleno desarrollo humano. En los textos, sin embargo, no aparece siempre con este significado tan denso.

Por eso nuestro trabajo tendrá dos etapas: en la primera, haremos un recorrido por los textos en que aparece esta palabra en el Nuevo Testamento para ver con qué matices se presenta en cada uno de ellos; en la segunda, describiremos el concepto de paz, como resultado de unir los diferentes usos predominantes en el Nuevo Testamento.

Así podrá comprenderse mejor el núcleo del Evangelio que se presenta como "la buena noticia de la paz" (Ef 6,15) de parte de un Dios llamado frecuentemente "el Dios de la paz" (Rm 15,33; 16,20; 1 Cor 14,33; 2 Cor 13,11; Fil 4,9; 1Tes 5,23; 2Tes 3,16; Heb 13,20). Una paz que, al comienzo del evangelio de Lucas, se anuncia como el efecto inmediato de la presencia salvadora de Jesús entre los hombres: "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres, que Dios quiere tanto" (Lc 2,13).

Autor: Jesús Peláez

El uso del término eirênê en el Nuevo Testamento
La palabra eirênê, que traducimos por paz, aparece en el Nuevo Testamento 91 veces en total (31 en los Evangelios y Hechos, 43 en Pablo y 17 en los restantes escritos del Nuevo Testamento).
Una fórmula de saludo
En primer lugar, eirênê-paz se utiliza en el Nuevo Testamento, al igual que en el Antiguo, como fórmula de saludo o de despedida. En la misión de los setenta y dos discípulos, entre las diversas instrucciones o consejos, se encuentra éste: "Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta casa"; si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros" (Lc 10,5-6). Jesús se aparece a los discípulos al anochecer del primer día de la semana, se pone en medio y los saluda con estas palabras: "Paz con vosotros. Dicho esto, les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho de ver al Señor. Jesús repitió: "Paz con vosotros" (Jn 20,19.21).
Ocho días después, Jesús se aparece de nuevo, repitiendo el mismo saludo (Jn 20,26). En las cartas de Pablo, la palabra paz, como fórmula de saludo, suele ir precedida de otra palabra de significado igualmente denso "gracia/favor" (en griego kharis): "A todos los predilectos de Dios que estáis en Roma, llamados y consagrados, os deseo el favor y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor, Jesús Mesías" (Rom 1,7). Igual o con ligeras variantes aparece esta fórmula en 1 Cor 1,3; 2 Cor 1,2; Gal 1,3; Ef 1,2; Fil 1,2; Col 1,2; l Tes 1,2; 2 Tes 1,2; 1 Tim 1,2; 2 Tim 1,2; Tit 1,4; Flm 1,3; cf. también 1 Pe 1,2; 2 Pe, 1,2; 2 Jn 1,3; cf. Ap 1,4-5; como fórmula de despedida aparece en 3 Jn 1,15; 1 Pe 5,14 y Gal 6,16).
Este uso de eirênê, como fórmula de saludo o despedida , se remonta a la literatura ugarítica, mucho anterior a la hebrea; se trata de una fórmula ancestral y tradicional de saludo y de despedida entre los orientales hasta el día de hoy. Los judíos en la actualidad se saludan con "shalom" (=paz) o se preguntan: mi shelomkha (¿cómo estás?; literalmente "¿qué hay de tu paz?). Al despedirse se desean shalom u-berakhah (paz y bendición).
 Una compañera de por vida
Como en el Antiguo Testamento, en el Nuevo son también habituales las expresiones "ir, marchar, caminar en/con paz". La paz debe acompañar al hombre en todos sus movimientos y desplazamientos e incluso estar presente en los momentos más importantes de la vida. Ir, marchar, caminar, dormir, despedir, morir y ser sepultado en paz son expresiones corrientes a lo largo de las páginas de la Biblia, que muestran la importancia de la paz en la vida humana.
Tras curar a la mujer con flujos, Jesús la despide: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu tormento" (Mc 5,34). En este texto, paz y sanación se dan la mano. Igualmente, en Lc 7,50, Jesús se encuentra en casa de un fariseo, se le acerca una mujer, conocida como pecadora en la ciudad, con un frasco de perfume y comienza a regarle los pies con sus lágrimas. Jesús le perdona sus pecados y le dice: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".
En Lc 2,29 Simeón, "hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel... impulsado por el Espíritu fue al templo. Cuando los padres de Jesús entraban para cumplir con el niño lo previsto por la Ley, Simeón tomó al niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, despides a tu siervo en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador" (Lc 2,25-30). La expresión griega "despedir en paz" es complementaria de la hebrea dormir/morir/ser sepultado en paz. Simeón ya puede morir en paz tras haber visto al Salvador.
Ausencia de guerra o de persecución
Aunque en la Biblia Hebrea no es frecuente el uso del término paz con el significado de "ausencia de guerra o de persecución", sí que lo era en el mundo griego. Así se usa eirênê en el Nuevo Testamento con el significado de solicitar la paz o hacer la paz entre distintas facciones más o menos en conflicto o guerra. En el libro de los Hechos "(Herodes) estaba furioso con los habitantes de Tiro y de Sidón.
Se le presentó una comisión, que después de ganarse a Blasto, chambelán real, solicitó la paz porque recibían los víveres del territorio de Herodes" (Hch 12,20). En otro pasaje de este libro, Tértulo, abogado de la acusación contra Pablo, se dirige al gobernador Félix de este modo: "La mucha paz que por tí gozamos y las mejoras hechas en pro de esta nación gracias a tu providencia, excelentísimo Félix, las reconocemos siempre y en toda ocasión con la más profunda gratitud".
Hablando de la comunidad primitiva, el libro de los Hechos dice: "Entre tanto, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría; se iba construyendo, progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba, alentada por el Espíritu Santo (Hch 9,31). En el contexto se habla de la persecución sufrida por Pablo de parte de los judíos en Damasco. La iglesia de Palestina, mientras tanto, gozaba de paz. En el evangelio de Lucas (19,42-44), Jerusalén -que, según la etimología popular, significa "visión de paz"- no acepta al Mesías que la puede conducir a la paz y tendrá a cambio guerra y destrucción.
Una frase conocida del Evangelio presenta también la oposición paz-espada: "No penséis -dice Jesús- que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espada; porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; así que los enemigos de uno serán los de su casa" (Mt 10,34).
El núcleo del mensaje de Jesús lleva al cristiano a optar por la pobreza (Mt 5,3) como camino para implantar la justicia (Mt 5,6), como vía de acceso al amor-solidaridad. Esta opción del discípulo por seguir el camino de las bienaventuranzas suscitará una tremenda oposición por parte de aquellos miembros de su propia familia que no se han adherido al mensaje de Jesús y viven todavía las categorías antiguas en las que priman el deseo de dinero, el afán de poder y el ansia de honores. Pero, incluso en medio de la persecución, el cristiano tendrá paz (Jn 16,33).
La pareja "paz-espada" aparece también en un texto del libro del Apocalipsis: "Cuando soltó el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: "Ven". Salió otro caballo, alazán, y al jinete le dieron poder para quitar la paz a la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros; le dieron también una espada grande (Ap 6,3-4).
Seguridad
La palabra eirênê tiene a veces en el Nuevo Testamento el significado de "seguridad" (en griego aspháleia): "Mientras un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están en paz (=están seguros). Pero cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas en que confiaba y después reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama" (Lc 11,21-23). En la primera carta a los Tesalonicenses, al hablar de la última venida de Jesús, aparece la pareja paz-seguridad: "Acerca del tiempo y las circunstancias, no necesitáis, hermanos, que se os escriba, pues sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón de noche. Cuando estén diciendo "hay paz y seguridad", entonces les caerá encima de improviso el exterminio, como los dolores a una mujer encinta, y no podrán escapar (1 Tes 5,3).
Orden
Otro uso peculiar del término eirênê es aquél que lo opone a desorden. Al referirse Pablo al fenómeno de los profetas que hablan en lenguas extrañas en las asambleas de los cristianos, se expresa así: "De los profetas, que hablen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso de que otro, mientras está sentado, reciba una revelación, que se calle el de antes, porque hablar inspirados podéis todos, pero uno a uno, para que aprendan todos y se animen todos. Además, los que hablan inspirados pueden controlar su inspiración, porque Dios no quiere desorden (akatastasía), sino paz, como en todas las demás comunidades de consagrados (1 Cor 14,29-33).
Justicia/ honradez
Eirênê aparece acompañada de justicia-honradez (dikaiosynê) en la carta de Santiago (3,18): "En cambio, el saber que baja de lo alto es, ante todo, límpido y luego apacible, comprensivo y abierto, rebosa buen corazón y buenos frutos, no hace discriminaciones ni es fingido. Y la cosecha de honradez, con paz la van sembrando los que trabajan por la paz".
En el Nuevo Testamento el término eirênê aparece acompañado también de otros sustantivos con los que se coordina y complementa. De la mano de eirênê van amor y alegría (Gal 5,22); gloria y honor (Rom 2,20); vida (Rom 8,6); honradez y paz (Rom 14,17); alegría (Rom 15,13); amor (2 Col 13,11; Ef 6,23); misericordia (Gal 6,16); favor/gracia y misericordia (1 Tim 1,2; 2 Tim 1,2; 2 Pe 1,2; Jn 3); rectitud, fe y amor (2 Tim 2,22).
Eirênê se muestra de este modo como el ámbito propio para el desarrollo de una vida en plenitud.

El concepto de paz en el Nuevo Testamento
De las diferentes acepciones del término eirênê en los diversos contextos en que aparece se deriva el uso técnico del término en el Nuevo Testamento, que entronca básicamente con el concepto de paz expresado en el Antiguo Testamento, aunque con nuevas y significativas aportaciones.
El punto de partida de nuestro estudio del concepto de paz en el Nuevo Testamento será un texto ya citado de la primera carta a los Corintios que lo consideramos de especial relieve. En él se habla del desorden que puede crear en la comunidad primitiva el hecho de que muchos profetas, que hablan lenguas extrañas, lo hagan a la vez. Para llamar al orden a los miembros de la comunidad, Pablo dice: "Dios no es un Dios de desorden (akatastasía) sino de paz (1 Cor 14,33).
Dios es un Dios de paz; no quiere el desorden, la sedición o el tumulto, gama de significados que abarca la palabra akatastasía las cinco veces que aparece en el Nuevo Testamento, en paralelo con guerra, tumulto (Lc 21,9) o desorden público (2 Cor 6,5; 1 Cor 14,33; 2 Cor 12,20; Sant 3,16 ).
Dios está por el orden, como estado normal de las cosas. Y este orden equivale a paz. Es el mismo Dios que en la escena de la creación pone orden en el caos inicial (Gn 1,1ss) dando a entender que "crear" es en primer término ordenar el caos inicial, separando el cielo de la tierra, las aguas de arriba de las de abajo, los continentes de los mares, etc...) para evitar la confusión. La paz, entendida en este sentido, se presenta como el estado normal de las cosas, de la entera realidad del universo creado a imagen del "Dios de la paz" (expresión muy repetida en las cartas de Pablo, cf. Fil 4,9; 1 Tes 5,23; 2 Tes 3,16; cf. Hch 13,20).

La paz que viene de lo alto

"Lo alto" es el lugar donde Dios habita, sinónimo de cielo, expresión utilizada por los judíos para denominar a Dios. "La paz que viene de lo alto" es un don de Dios, idea fuertemente enraizada en la mentalidad hebrea; más aún se puede decir que es "Dios mismo como don" que se entrega al hombre.
En el Nuevo Testamento se presenta a Jesucristo como manifestación del Dios de la paz que se entrega al hombre hasta la muerte. Cuando Jesús entra en Jerusalén, la gente lo aclama diciendo: "¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor! Del cielo paz y a Dios gloria" (Lc 19,38). Jesús es paz del cielo y manifestación del Dios del cielo (idea que se expresa con la expresión "gloria a Dios"). Es triste que esta paz del cielo fuese rechazada por Jerusalén, precisamente por no aceptar al Mesías.
Por eso Jesús, al acercarse y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si también tú comprendieras en este día lo que lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo. Y la prueba es que va a llegar un día en que tus enemigos te rodeen de trincheras, te sitien, aprieten el cerco, te arrasen con sus hijos dentro y no dejen piedra sobre piedra, porque no reconociste la oportunidad que Dios te daba" (Lc 19,42-44). En la carta a los Hebreos (7,2) se da gran importancia al título que el sumo sacerdote Melquisedec lleva en cuanto figura de Cristo; se le llama: "rey de Salem" (rey de paz).

La paz "por venir", una paz universal
Con la implantación de la paz, como don de Dios, manifestado en Jesús, se inicia el mundo futuro o venidero, de que habla el Apocalipsis (7,13-17). En este nuevo mundo la paz anaunciada por los profetas para el futuro se hace realidad gozosa en el presente. El Nuevo Testamento, desde el principio, anuncia esta paz como inminente. Así profetiza Zacarías, refiriéndose a su hijo Juan Bautista: "Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo... Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (Is 9,1; 42,7) para guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,76-80). Los ángeles, tras el nacimiento de Jesús, anuncian: "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres, que él quiere tanto" (Lc 2,13).
Esta paz no es ya la paz para el pueblo de Israel, como determinados textos del Antiguo Testamento daban a entender. Es más bien, como anunciaron los profetas, una paz universal, para todos los hombres sin restricción alguna. Esta paz no es un simple saludo o la ausencia de guerra, sino la salvación que proviene de Dios, la paz como fruto de la bendición divina y síntesis de todos los bienes. El mismo evangelio es denominado "la buena noticia de la paz" en la carta a los Efesios (6,15). El saludo de Jesús y el saludo de los discípulos, cuando van en misión, no puede ser sino la transferencia de la paz entendida de este modo a aquellos a quienes va dirigido: "Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "paz a esta casa; si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros" (Lc 10,5-6).
Al saludar así, los discípulos transmiten la paz-salvación, si encuentran receptividad y acogida. Si no, la paz vuelve a ellos. El mismo Jesús se despide de sus discípulos en la última cena con estas palabras: "Mi paz os dejo; mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo" (Jn 14,27).
Esta paz-salvación se identifica con la vida misma con mayúscula: "En consecuencia, ahora no pesa condena alguna sobre los del Mesías Jesús, pues, mediante el Mesías Jesús, el régimen del Espíritu de la vida te ha liberado del régimen del pecado y de la muerte. Es decir, lo que resultaba imposible a la Ley, reducida a la impotencia por los bajos instintos, lo ha hecho Dios: envió a su propio Hijo en una condición como la nuestra pecadora, para el asunto del pecado, y en su carne mortal sentenció contra el pecado. Así, la exigencia contenida en la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por los bajos instintos, sino por el Espíritu. Porque los que se dejan dirigir por los bajos instintos tienden a lo bajo, mientras los que se dejan dirigir por el Espíritu, en cambio, a la vida y a la paz ".
El espíritu de Dios guía al cristiano a la vida plena y a la paz, como don del Dios de la Paz. Este Dios, según Romanos (16,20) "no tardará en aplastar a Satanás bajo vuestros pies". La paz aparece así como la salvación perfectamente realizada y la condición normal de la vida en el nuevo mundo, donde Satanás se volverá inoperante; se trata, sin duda, de la paz en el sentido hebreo de "cúmulo y síntesis de todos los bienes", como apunta la carta a los Hebreos: "Que el Dios de la paz, que sacó de la muerte al Sumo Pastor del rebaño, portador de una sangre de alianza perpetua, a nuestro Señor Jesús, os equipe con toda clase de bienes, para realizar su designio, y nos utilice para ir realizando lo que él estima indicado por medio de Jesús el Mesías" (Heb 13,20-21).
Jesucristo, nuestra paz


Un texto de la carta a los Efesios define a Jesús como "nuestra paz", artífice de la paz de los hombres entre sí (paganos y judíos) y de la humanidad entera con Dios: "Ahora, en cambio, gracias al Mesías Jesús, vosotros los que antes estabais lejos (=los paganos) estáis cerca, por la sangre del Mesías, porque él es nuestra paz: él, que de los dos pueblos hizo uno y derribó la barrera divisoria, la hostilidad, aboliendo en su vida mortal la Ley de los minuciosos preceptos; así, con los dos, creó en sí mismo una humanidad nueva, estableciendo la paz, y a ambos, hechos un solo cuerpo, los reconcilió con Dios por medio de la cruz, matando en sí mismo la hostilidad"...
Por eso su venida anunció la paz a los que estabais lejos y la paz a los que estaban cerca, pues gracias a él unos y otros, por un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre" (Ef 2, 13-22). En este texto, Jesús aparece como la paz personificada y encarnada que pone fin a la humanidad dividida (paganos y judíos, dos mundos antagónicos), reconciliándolos con Dios (cf. también Rom 5,1ss).

No se puede concluir este breve estudio sobre el concepto de paz en el Nuevo Testamentosin citar la bienaventuranza de Mateo (5,9): "Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos".
Los pacíficos, los que hacen o construyen la paz, serán llamados hijos de Dios, del Dios de la paz, entendida como la situación normal de quien vive el mundo nuevo, donde habita de modo estable la paz, esto es, el bienestar, la justicia, la tranquilidad, el derecho, y el amor; una paz, en suma, que lleva a la felicidad individual y social, a la amistad de los hombres entre sí y de éstos con Dios. Esta paz es la manifestación plena del reinado de Dios entre los hombres y el clima que lo hace posible.

'Mi paz os doy'
San Juan 14, 27:3,1
 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

El verdadero ayuno corporal y espiritual



Ya muchos cristianos no sabemos ayunar , lo hemos desechado de nuestras plegarias o oraciones , pues en la Santa Palabra , Dios nos dice que lo hagamos y es un requisito necesario y obligatorio para lograr una acsesis elevada de espiritualidad. Les invito solo observar bien la imagen ya que èsta enseña visualmente lo que debemos hacer cuando ayunamos :

El àngel custodio o guardìan nuestro nos sirve de modelo para imitarlo , ya que el no come ,ni bebe no esta sijeto a la ley de la materia , sin embargo el puede ayudarnos a practicar el santo ayuno como devociòn y plegaria para adquirir misericordia e iluminaciòn de Dios, tambièn observamos que en sus manos tiene un rosario azul , que nuestras oraciones debe estar unidas a nuestras intensiones ùtiles para nuestro beneficio , pues el que ayuna debe consagrar el dia o los dìas a la actividad espiritual interior y exterior para no permitir que el demonio con una tentaciòn o varias tentaciones nos hagan sucumbir el ayuno.Sin embargo siempre debemos realizarlo unido a nuestro àngel o a un santo particular de devociòn que podamos tener , pero alli no queda este asunto , hay que saber que el ayuno verdadero tal como nos lo enseña la Santa Madre la Iglesia : es ayuna a pan y agua , el pan azimo (recomendable pan àrabe, lo venden en las panaderias) .

Ese dìa no busquemos satisfacer el cuerpo sino mortificarlo comiendo solo pan y tomando agua pura , hay que logra sujetar con la ley del espìritu que viene de Dios a la ley de la carne que muere o envilece ,como un acto de penitencia de esa manera atraeremos para nosotros la Divina Misericordia unido con obras espirituales o corporales tangibles.La vela encendida significa que debemos estar encendidos en la divina Gracia contra las fuerzas del mal que de todas maneras lucharan contra nosotros para quebrarnos nuestro ayuno.Pero las plegarias lo derrotaran.

Ayunar para crecer en el espìritu, todos estamos obligados a ayunar en lo exteriror y en lo interior, pues practiquèmoslo.

Escojamos un dìa o dos de la semana y consagren ese tiempo para Dios , y veran los resultados , les darè un ejemplo : podria ser el dìa Viernes , pues se recuerda la Pasion y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo , inicienlo a las 6:p.m del dìa anterior hasta las 6:pm del dìa siguiente , hagan este sacrificio por puro amor a Jesus y a Marìa , para que lleguen hacer efectivas nuestras oraciones , y desde luego nunca olviden iniciarla y/o culminarla con la Santa Misa . para cantar victoria


Bendiciones

El Padrenuestro meditado por Tomas de Aquino




EL PADRENUESTRO

CUALIDADES DE LA ORACIÓN

1. --- Entre todas las oraciones, la oración dominical es manifiestamente la principal.

A) En efecto, posee las cinco cualidades que se requieren en la oración. La cual debe ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde.


2. --- a) Debe ser confiada para acercarnos sin vacilación al trono de la gracia, como se dice en Hebreos 4, 16.
Además debe hacerse con fe que no desfallezca, como dice Santiago (1, 6) : "Que pida con fe, sin ninguna vacilación". Aun racionalmente esta oración es segurísima: está formada por nuestro abogado, que pide de manera sapientísima, en el cual están todos los tesoros de la sabiduría, como se dice en Colosenses 2, y del cual dice Juan 1, 2-1: "Tenemos un abogado cabe el Padre, Jesucristo justo"; por lo cual dice Cipriano en su tratado sobre la Oración Dominical: "Como con Cristo tenemos un abogado cabe el Padre por nuestros pecados, cuando pedimos por nuestros delitos, presentemos las palabras de nuestro abogado". También por otro motivo se ve que esta oración es oída más seguramente y es que EL mismo que nos la enseñó la oye 2con el Padre, según aquello del Salmo 90, 15: "Clamará a Mí, y Yo lo oiré". Por lo cual dice Cipriano: "Rogar a Nuestro Señor con sus propias palabras es hacerle una oración grata, familiar y devota". Por lo cual nunca deja de sacarse algún fruto de esta oración, y según San Agustín por ella se perdonan nuestros pecados veniales.


3. --- b) Nuestra oración debe ser también recta, de modo que el que ora le pida a Dios cosas que le convienen. Por lo cual el Damasceno dice: "La oración es una petición a Dios de dones que nos convienen".

En efecto, muy a menudo no es escuchada la oración porque se piden cosas inconvenientes. Santiago 4, 3:
"Pedís y no recibís porque pedís algo malo". Difícil es sin embargo saber qué es lo que se debe pedir, así como es también muy difícil saber qué se debe desear. En efecto,
no es lícito pedir en la oración sino las cosas que es lícito desear: por lo cual dice el Apóstol, en Rom 8, 26: "No sabemos orar como es debido". Pero quien nos lo enseñó es el mismo Cristo: a El le corresponde enseñarnos lo que debemos pedir. Por lo cual los discípulos le dijeron (Luc 11, 1: "Señor, enséñanos a orar".

Así es que las cosas que El mismo nos enseñó a pedir, rectísimamente se piden, por lo cual dice San Agustín: "Si oramos de manera justa y conveniente, cualesquiera que sean las palabras que digamos, no decimos sino lo que en la oración dominical está
contenido".


4. --- c) La oración debe ser también ordenada como el deseo mismo, puesto que la oración muestra el deseo. El orden debido es que en nuestros deseos y oraciones
prefiramos lo espiritual a lo carnal, lo celestial a lo terreno, según dice Mt 6, 33: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por
añadidura". Lo cual nos lo enseña el Señor a observar en esta oración: en ella se piden primeramente las cosas celestiales y después las de la tierra.


5.— d) La oración debe ser también devota, porque la consistencia de la devoción es lo que hace que el sacrificio de la oración sea acepto a Dios, según el Salmo
LXII, 5-6: "En tu nombre alzaré mis manos: y mi alma se saciará de Ti como de médula y suculencia". A menudo por el mucho hablar se embota la devoción, por lo cual el Señor nos enseña a evitar la demasiada prolijidad en las palabras, según Mt 6, 7: "Al orar no multipliquéis las palabras". Agustín le dice a Proba: "Que no haya en la oración muchas palabras; pero no se deje de mucho suplicar si persevera el esfuerzo fervoroso".

Por lo cual el Señor instituyó esta breve oración [del Padrenuestro],


6. --- Por otra parte, la devoción proviene de la caridad, que es amor de Dios y del prójimo. Y uno y otro se manifiestan en esta oración. En efecto, para dar a
conocer el divino amor, a El lo llamamos Padre; y para dar a conocer el amor al prójimo oramos en general por todos diciendo: "Padre nuestro, y perdónanos nuestras deudas". A lo cual nos lleva el amor de nuestros prójimos.

7. --- e) La oración debe ser también humilde, según el Salmo 101, 18: "Atendió la oración de los humildes"; y Luc 18, sobre el fariseo y el publicano; y Judit 9, 16: "Siempre te ha sido acepta la súplica de los humildes y mansos".

Tal humildad se practica en esta oración, porque hay verdadera humildad cuando nada fincamos en nuestras propias fuerzas y sólo del divino poder esperamos obtenerlo todo. 4

II Efectos de la oración

8. --- B) Conviene saber que la oración produce tres bienes.

a) Primeramente es un remedio eficaz y útil contra los males. En efecto, nos libra de los pecados cometidos.
Salmo 31, 5-6: "Tú perdonaste la iniquidad de mi pecado, por lo cual orará a ti todo hombre santo". Así oró el ladrón en la cruz, y obtuvo el perdón; porque Jesús le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc 23, 43). Así oró el publicano, y volvió a su casa justificado (Luc 18,
14).

Nos libra también del temor de los pecados que pueden sobrevenir, de las tribulaciones y de la tristeza (Sant 5, 13: "¿Hay alguno triste entre vosotros? Que ore (con el alma tranquila)".

También nos libra de persecuciones y de enemigos. Salmo 108, 4: "En lugar de amarme me denigraban; mas yo oraba".

9. --- b) En segundo lugar es eficaz y útil para la obtención de todos nuestros deseos. Marc 11, 24: "Todo cuanto orando pidiereis creed que lo recibiréis". Y si no somos escuchados es que no pedimos con insistencia: "En efecto, es necesario orar siempre y no desfallecer" (Luc 18, 1); o
no pedimos lo que más conviene para nuestra salvación.

Dice Agustín: "Bueno es el Señor, que a menudo no nos concede lo que queremos para darnos lo que más nos favorece". Ejemplo de ello hallamos en Pablo, que tres veces pidió ser librado de un punzante tormento y no fue oído: 2 Cor 12, 8. 5

10. — En tercer lugar, la oración es útil porque nos convierte en familiares de Dios. Salmo 140, 2: "Que mi oración esté ante ti como incienso"

PADRE NUESTRO

11. --- Advirtamos dos cosas: de qué manera Dios es Padre y qué le debemos por ser Padre.
Se le llama Padre a causa de la manera especial como nos creó, pues nos creó a su imagen y semejanza, imagen y semejanza que no imprimió en las demás creaturas inferiores. Deut 32, 6: "El mismo es tu Padre, el que te hizo y te creó".

También por razón de su gobierno: aunque gobierna todas las cosas, a nosotros nos gobierna como a señores y las demás cosas como a esclavas. Sab 14, 3: "Tu providencia, oh Padre, gobierna todas las cosas"; y Sab 12, 18: "Y a nosotros nos gobiernas con extremada consideración".


También por razón de su adopción: porque a las otras criaturas les dio algo como pequeños regalos; mas a nosotros la heredad, y esto porque somos sus hijos; pero por ser hijos también herederos. Dice el Apóstol (Rom 8, 15): "No recibisteis espíritu de servidumbre en el
temor, sino espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre".

12. --- Le debemos cuatro cosas:

En primer lugar, honor. Mat 1, 6: "Si yo soy Padre ¿dónde está el honor que me es debido?": el cual consiste en tres cosas. 6

Debemos rendirle alabanzas como a Dios. Salmo 49. 23: "El sacrificio de alabanza me honrará". Las cuales deben estar no sólo en la boca sino también en el corazón. Isaías 29, 13: "Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos de Mí".

En la pureza del cuerpo por cuanto ve a El mismo. 1 Cor 6, 20: "Glorificad a Dios y llevadlo en vuestro cuerpo".

En la equidad de los juicios respecto al prójimo. Salmo 98, 4: "El honor del rey ama la justicia".


13. --- En segundo lugar debemos imitarlo, porque es nuestro padre. Jer 3, 19: "Me llamaréis Padre y no dejaréis de marchar en pos de Mí".

Tal imitación se perfecciona con tres cosas. Con amor. Ef 5, 1-2: "Sed imitadores de Dios como
hijos queridos y proceded con amor". Y éste debe estar en el corazón.


Con misericordia. En efecto, el amor debe acompañarse de misericordia. Luc 6, 36: "Sed misericordiosos". Y la misericordia debe mostrarse en las obras.

Con perfección. Porque amor y misericordia deben ser perfectos. Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".


14. --- En tercer lugar le debemos obediencia. Hebr 12, 9: "Mucho mejor es someterse al Padre de los espíritus". Y esto por tres razones.

Primeramente a causa de su dominio: El es en efecto el Señor. Éxodo 24, 7: "Haremos todas las cosas que ha indicado el Señor y seremos obedientes". 7

En segundo lugar por [su] ejemplo: porque su verdadero Hijo se hizo obediente al Padre hasta la muerte, como se dice en Filip 2, 8.

En tercer lugar por nuestra conveniencia. 2 Samuel 6, 21: "Danzaré ante el Señor que me eligió".

15. --- En cuarto lugar le debemos paciencia en los castigos. Prov 3, 11-12: "No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor; ni desmayes cuando El te castigue. Porque el Señor reprime a los que ama, y en ellos se complace como un Padre con su hijo".


16. --- Con esto ---[con la palabra "nuestro"]--- se indica que debemos dos cosas a nuestros prójimos.

Primeramente, amor, porque son nuestros hermanos, puesto que todos son hijos de Dios: 1 Juan 4, 20: "El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo podrá amar a Dios, a quien no ve?"

También respeto, porque son hijos de Dios. Mal 2, 10: "¿No es uno mismo el Padre de todos nosotros? ¿No un solo Dios que nos ha creado? ¿Pues por qué desprecia cada uno de vosotros a su hermano?" Rom 12, 10:

"Anticipaos unos a otros en las señales de deferencia".Y todo esto por su fruto, porque "El mismo vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hebr 5, 9).


QUE ESTAS EN LOS CIELOS

17. --- Entre las disposiciones que le son necesarias al que ora, la confianza tiene una gran importancia. Santiago 1,

6: "Pídase con fe, sin vacilar". Por lo cual al enseñarnos el Señor a orar, adelantó aquellas cosas por las que se engendra en nosotros la confianza: esto es, la benignidad del Padre: por lo cual
dijo "Padre nuestro", según Luc 11,13: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre [celestial] os dará [de lo alto"] del cielo su buen Espíritu a los que se lo pidan?"; y la grandeza de su poder: por lo cual dijo "que estás en los
cielos". También el Salmo 122, 1: "Levantaré mis ojos a Ti, que habitas en los cielos".

18. --- Lo cual puede corresponder a tres cosas:
Primeramente a la preparación del que ora, pues se dice en Eccli 18, 23: "Antes de la oración prepara tu alma". Para que se entienda que "estás en los cielos" es lo mismo que "en la gloria celestial". A este propósito dice Mt 5, 12: "Vuestra recompensa es copiosa en los cielos".

Y tal preparación debe ser mediante la imitación de las realidades celestiales, porque el hijo debe imitar a su padre. Por lo cual se dice en Cor 15, 49: "Así como hemos llevado la imagen del hombre terreno, debemos también llevar la imagen del celeste".

También mediante la contemplación de las cosas celestiales. Porque los hombres suelen dirigir su pensamiento más frecuentemente al lugar donde tienen a su padre y las demás cosas que aman, según Mt 6, 21: "Donde está tu tesoro allí está tu corazón". Por lo cual les decía el Apóstol a los Filipenses (3, 20): "Nuestra morada está en los cielos".

Y mediante la aspiración a las cosas celestiales, de modo que a quien está en los cielos no le pidamos sino las cosas celestiales, conforme a Colos 3, 1: "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo".

19. --- En segundo lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden referirse a la facilidad del que oye, porque entonces está más cercano a nosotros; y así, "que estás en los cielos" entiéndase que es lo mismo que en los Santos, en los que Dios habita, conforme a Jer 14, 9: "Tú estás en nosotros, Señor". En efecto, a los Santos se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la gloria de Dios".

Ahora bien, Dios habita en los Santos por la fe: Ef 3, 17: "Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones".

Por la caridad: 1 Juan 4, 16: "El que permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él".
Por el cumplimiento de los mandamientos: Juan 14, 23: "Si alguno me ama, observará mi doctrina; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".

20. --- En tercer lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden referirse a la omnipotencia del que nos oye; y así, que por cielos entendamos los cielos materiales; no porque Dios esté encerrado en los cielos materiales, porque está escrito en Reyes 8, 27: "Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte"; sino para dar a entender: que Dios es de penetrante observación,

porque ve desde muy alto. Salmo 101, 20: "Ha mirado desde su santa altura"; que es sublime en su poder, según el Salmo 102, 19: "El Señor dispuso su asiento en el cielo"; que es estable en su eternidad, según el Salmo 101, 13:

"Mas Tú permaneces eternamente"; y también el [versículo] 28: "Y tus años no tienen fin".

Por lo cual se dice de Cristo en el Salmo 88, 30: "Su trono es como el día del cielo".

Y el filósofo enseña, en su tratado "Del cielo", que a causa de su incorruptibilidad todos han considerado que el cielo es el asiento de los espíritus.

21. --- Con las palabras "que estás en los cielos" se nos da confianza para orar, por tres motivos: por el poder de Aquel a quien se pide; por la familiaridad con El; y por la conveniencia de la petición.

a) El poder de Aquel a quien se pide es sugerido si por cielos entendemos los cielos materiales. Pues aunque no está El limitado por los cielos materiales, como se lee en Jeremías 23, 24: Yo lleno el cielo y la tierra; sin embargo se dice que El está en los cielos materiales para indicar dos cosas: tanto la virtud de su poder como la sublimidad de su naturaleza.

22. --- Lo primero es contra los que dicen que todo ocurre necesariamente por la determinación de los cuerpos celestiales: tanto que sería inútil pedirle algo a Dios por

la oración. Pero esto es una estulticia, porque si se dice que Dios está en los cielos es precisamente como Señor de los mismos cielos y de las estrellas, conforme al Salmo 102, 19: "El Señor en el cielo asentó su trono".

23. --- Lo segundo es contra aquellos que al orar idean e inventan imágenes corporales de Dios. Por eso se dice que está en los cielos para que por aquello que en las cosas sensibles es lo más elevado, se exprese que la divina sublimidad todo lo excede, aun los deseos y la comprensión de los hombres; de modo que todo lo que se pueda pensar o desear es menor que Dios. Por lo cual se
dice en Job 36, 26: "¡Qué grande es Dios, que sobrepuja a nuestra ciencia!"; en el Salmo 112, 4: "Excelso es el Señor sobre todas las gentes"; en Isaías 40, 18: "¿A quién habéis asemejado a Dios?".

24. --- b) La familiaridad con Dios se nos muestra si por 11cielos se toma a los Santos. En efecto, ya que algunos dijeron que El por su excelsitud no cuida de las cosas humanas, conviene saber que está muy cerca de nosotros, o más bien nos es íntimo, pues se dice que está en los cielos, esto es, en los Santos, a quienes se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la
gloria de Dios"; y Jerem 14, 9: "Tú, Señor, estás con nosotros".

25. --- Esto produce confianza en los que oran, por dos motivos.

Primero por la proximidad de Dios, según el Salmo 144, 18: "Muy cerca está el Señor de todos los que lo invocan". Por lo cual nos dice en Mt 6, 6: "Mas tú, cuando vayas a orar entra en tu aposento", a saber, el del corazón.

Segundo, porque por la intercesión de los santos podemos obtener lo que pedimos, según Job 5, 1: "Dirígete a alguno de los Santos"; Sant 5, 16: "Orad los unos por los otros para que seáis salvos".

26. --- c) Diciendo "que El está en los cielos" la oración tiene idoneidad y conveniencia, si por cielos se entienden los bienes espirituales y eternos, en los cuales consiste la bienaventuranza, por dos razones.

Primeramente, porque con estas palabras se inflaman nuestros deseos por las cosas celestiales. En efecto, nuestros deseos deben tender a donde tenemos a nuestro Padre, porque allí es donde está nuestra heredad. Colos 3, 1: "Buscad las cosas que son de arriba". 1 Pedro 1, 4 nos habla de "la herencia inmarcesible" que nos está "reservada en los cielos".

En segundo lugar, porque esto nos convida a que 12nuestra vida sea celestial, a fin de que seamos conformes con el Padre Celestial, según 1 Cor 15, 48: "Como el celeste, así serán los celestes".

Y estas dos cosas ---el deseo de lo celestial y una vida celestial--- nos hacen idóneos para pedir, pues por ellas es digna la oración.


Primera Petición

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

27. --- Esta es la primera petición. En ella pedimos que su nombre se manifieste y se proclame por nosotros.

Ahora bien, el nombre de Dios es antes que nada admirable, porque en todas las criaturas opera maravillas. Por lo cual dice el Señor en Marc 16, 17: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, cogerán serpientes y aunque beban algo envenenado no les hará daño".

28. --- En segundo lugar es amable. Hechos 4, 12: "No se nos ha dado bajo el cielo otro nombre por el que debamos salvarnos".


Ahora bien, la salvación debe ser amada por todos. Ejemplo tenemos en San Ignacio, quien
amó tanto el nombre de Cristo, que habiéndole pedido [Emperador] Trajano que negara ese nombre, le respondió que no podría quitárselo de la boca; y como aquél lo amenazara con cortarle la cabeza y quitarle así a Cristo de su boca, respondió Ignacio: "Aunque me lo quites de la boca, nunca podrás arrancarlo de mi corazón: porque tengo escrito este nombre en mi corazón, y por lo mismo no puedo dejar de invocarlo".

Habiendo oído esto Trajano, y deseoso de compro- 13barlo, habiéndole cortado la cabeza al siervo de Dios, ordenó que se le extrajera el corazón, y se halló escrito en él con letras de oro el nombre de Cristo.


En efecto, había puesto ese nombre en su corazón como un sello.

29. --- En tercer lugar, es venerable. Dice el Apóstol en Fil 2, 10: "Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los infiernos".

En el cielo: Ángeles y Santos.
En la tierra: los hombres de este mundo, que tal hacen o por el deseo de alcanzar la gloria o por temor al castigo del que huyen.

Y en los infiernos los condenados, que tal hacen por pavor.

30. --- En cuarto lugar, [el nombre de Dios] es inexplicable porque las lenguas todas no bastan para expresarlo [suficientemente].

Pero se trata de hacerlo con ayuda de las criaturas.

Y así [a Dios] se le llama roca, por razón de su fortaleza:
Mt 16. 18: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia".

También se le llama fuego, porque purifica: porque así como el fuego purifica los metales, así Dios purifica los corazones de los pecadores. Por lo cual dice el Deut 4,

24: "Tu Dios es un fuego devorador".
También luz, porque ilumina: así como la luz aclara las tinieblas, así el nombre de Dios disipa las tinieblas de nuestro entendimiento. Salmo 17, 29: "Dios mío, ilumina mis tinieblas".

31. --- Así es que pedimos que el nombre de Dios sea 14 manifestado, para que sea conocido y tenido por Santo.

La palabra Santo tiene tres significaciones.

Santo es lo mismo que inmutable. Y así a todos los bienaventurados que están en el cielo se les llama Santos porque son inquebrantables en la eterna felicidad.

32. --- En segundo lugar, Santo es lo mismo que no terreno. Por lo cual los Santos que están en el cielo no tienen ningún afecto terreno. Por lo que dice el Apóstol en Fil 3, 8: "Todas las cosas las tengo por inmundicias, por ganar a Cristo".

Con la palabra tierra se designa a los pecadores.

Primeramente por razón de lo que engendran. Porque así como la tierra, si no se cultiva, produce espinas y abrojos, así también el alma del pecador, si no es cultivada por la gracia, no da sino las espinas y los abrojos de los pecados: Gen 3, 18: "Espinas y abrojos te producirá".

En segundo lugar, por su oscuridad. En efecto, la tierra es oscura y opaca: y así también el [alma del] pecador es tenebrosa y opaca. Gen 1, 2: "Las tinieblas cubrían la superficie del abismo".

En tercer lugar, por razón de su condición. Porque la tierra es un elemento que se disgrega si no se lo impide la humedad del agua: porque Dios estableció la tierra sobre las aguas, según el Salmo 135, 6: "Sobre las aguas afirmó la tierra", porque con la humedad del agua se detiene la aridez o sequedad de la tierra. De manera semejante, el pecador tiene el alma seca y árida, según
el Salmo 142, 6: "Como tierra sin agua, mi alma sin Ti".

33. --- En tercer lugar, Santo significa también "teñido en 15sangre". Por eso a los Santos que están en el cielo se les llama Santos porque están teñidos en sangre, según el Apoc 7, 14: "Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus vestiduras en la sangre del cordero". Asimismo Ibíd. 1, 5: "Nos lavó de nuestros pecados con su sangre".

Segunda Petición


VENGA A NOS TU REINO

34. --- Como está dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos y pidamos rectamente.
Y primeramente causa en nosotros el temor por el que tratamos de que sea santificado el nombre de Dios.

Otro don es el don de piedad. La piedad es propiamente un afecto tierno y devoto al Padre, y también a todo hombre que se halle en la miseria.

Como Dios es ciertamente nuestro Padre, no solamente debemos reverenciarlo y temerlo, sino que también debemos tenerle un amor tierno y delicado. Y este afecto es el que nos hace pedir que venga el reino de Dios. Tit 2, 12-13: "Vivamos en este siglo con piedad y justicia, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios".

35. --- Mas se podría preguntar: El reino de Dios siempre ha existido: ¿por qué pues pedimos que venga?

Debemos responder que esto puede entenderse de tres maneras.

A) En primer lugar porque algunas veces un rey 16tiene tan sólo el derecho del reino o del señorío; y sin embargo aún no se declara el dominio de ese mismo reino porque la gente del reino aún no se le sujeta. Luego su reinado o dominio se declarará cuando la gente del reino se le sujete.

Ahora bien, por sí mismo y por su naturaleza Dios es el Señor de todo. Dan 7, 14: "A Él se le dio el poder, el honor y el reino". Es necesario, por lo tanto, que todo le esté sometido. Pero esto no se ha realizado aún, sino que se realizará al fin del mundo. 1 Cor 15, 25: "Él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos a sus pies". Por lo cual pedimos y decimos: "Venga a nos tu reino".

36. --- Y esto lo pedimos en cuanto a tres cosas:que los pecadores se conviertan y sean salvados por la gracia de Dios; que los pecadores sean castigados en la vida presente para su conversión para que escapen el castigo eterno; que los pecadores contumaces en impenitencia final sean castigados; y la muerte destruida.

Porque los hombres están sometidos a Cristo de dos maneras: o voluntariamente, o a la fuerza. Como, en efecto, la voluntad de Dios es de tal manera eficaz que se tiene que cumplir totalmente y Dios quiere que todas las cosas se le sometan a Cristo, una de esas dos maneras será necesaria: o sea, que o el hombre haga la voluntad de Dios sometiéndose uno a sus mandatos, y esto es lo
que hacen los justos; o que Dios haga con todos su propia voluntad castigándolos, y esto hará con los pecadores y 17con sus enemigos. Lo cual será en el fin del mundo. Salmo 109, 1: cuando "ponga a tus enemigos de escabel de tus pies".


Por lo cual les es dado a los santos (los justos que viven en el estado de gracia santificante) el pedir que venga el reino de Dios, o sea, que se le sometan aquéllos totalmente.

Mas para los pecadores contumaces es algo horrible, porque el pedir que venga el reino de Dios no es sino que por voluntad de Dios se les someta a los suplicios. Amos 5, 18: "¡ Ay de los [pecadores] que ansían el día del Señor!".


Pero con esto se destruirá la muerte. En efecto, como Cristo es la vida, en su reino no puede existir la muerte, que es lo contrario de la vida. Por lo cual se dice en 1 Cor 15, 26: "El último enemigo en ser destruido será la muerte".

Y esto ocurrirá en la resurrección. Fil 3, 21: "Transformará nuestro vil cuerpo en un cuerpo semejante al suyo glorioso".

37. — B) En segundo lugar el reino de los cielos se llama gloria del paraíso. Ni es de admirar, porque reino no significa sino gobierno. Y se da el mejor gobierno donde nada hay contra la voluntad del gobernante. Ahora bien, la voluntad de Dios es la salvación de los hombres,

porque El quiere que [todos] los hombres se salven (cf. 1 Tim 2, 4). Y esto será principalmente en el paraíso, donde no habrá nada contrario a la salvación de los hombres.

Mt 13, 41: "Los ángeles quitarán de su reino todos los escándalos". Mas en este mundo hay muchas cosas contrarias a la salvación de los hombres. Así es que cuando pedimos "Venga a nos tu reino" oramos para ser 18partícipes del reino celestial y de la gloria del paraíso.

38. --- Y este reino es sobremanera deseable por tres motivos.

Primeramente por la soberana justicia que en él hay. Isaías 60, 21: "Tu pueblo: todos justos". Y si bien aquí los malos están mezclados con los buenos, allá no habrá ningún malo y ningún pecador.

39. — También por su perfectísima libertad. Pues aquí no existe la libertad, aunque todos naturalmente la desean; pero allá habrá libertad plena contra toda clase de esclavitud. Rom 8, 21: "La criatura misma será liberada [de la esclavitud] de la corrupción". Y no sólo serán todos
libres sino que también serán reyes: Apoc 5, 10: "Nos hiciste reyes para nuestro Dios".

La razón de ello es que todos tendrán la misma voluntad con Dios; y Dios querrá todo lo que los santos quieran, y éstos lo que Dios quiera: de modo que al hacerse la voluntad de Dios se hará la de ellos. Y por lo mismo todos reinarán, pues se hará la voluntad de todos, y el Señor será la corona de todos. Isaías 28, 5: "En aquel día el Señor de los ejércitos será corona de gloria y
diadema de gozo para el resto de su pueblo".

40. --- También por su maravillosa plenitud [de bienes]. Isaías 64, 4: "Ningún ojo ha visto, sino sólo Tú, oh Dios, lo que has preparado para los que te están aguardando".

Salmo 102, 5: "El es el que sacia con sus bienes tus deseos".

Y adviértase que el hombre hallará todo en solo Dios más excelentemente y más perfectamente que todo cuanto encuentre en el mundo. Si buscas el deleite, el supremo deleite encontrarás en Dios; si riquezas, en El 19 encontrarás toda la abundancia que da su razón de ser a las riquezas; y así en cuanto a lo demás. Dice San Agustín en sus Confesiones: "Cuando el alma fornica alejándose de ti, fuera de ti busca las cosas puras y límpidas que no encuentra sino cuando vuelve a ti".


41. --- C) El tercer motivo [de pedir a Dios que venga su reino] es que algunas veces reina en este mundo el pecado. Y esto ocurre cuando el hombre está de tal manera dispuesto que sigue inmediatamente y hasta el final su inclinación al pecado. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal"; sino que Dios debe reinar en tu corazón. Isaías 7, 7: "Sión, reinará tu Dios". Y esto ocurre cuando está presto a obedecer a Dios y a observar todos sus mandamientos.
Así es que cuando pedimos que venga el reino de Dios, pedimos que no reine en nosotros el pecado, sino Dios.

42. --- Por esta misma petición llegaremos a la bienaventuranza, de la que se dice en Mt 5, 4:
"Bienaventurados los mansos". En efecto, según la primera explicación [del "venga a nos tu reino"], por desear el hombre que Dios sea el Señor de todos, no se venga de la injuria que se le infiera, sino que se la deja a Dios. Porque si te vengaras, no desearías que viniese su reino.


Y según la segunda explicación, si esperas su reino, o sea, la gloria del paraíso, no debes preocuparte si pierdes los bienes de este mundo.

Asimismo según la tercera explicación, si pides que Dios reine en ti y su Cristo, como El fue mansísimo, también tú debes ser manso. Mt 11, 29: "Aprended de Mí que soy manso". Hebr 10, 34: "Con alegría aceptasteis el despojo de vuestros bienes". 20



Tercera Petición

HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA
COMO EN EL CIELO

43. --- El tercer don que produce en nosotros el Espíritu Santo se llama don de ciencia.

En efecto, el mismo Espíritu Santo no sólo produce en los buenos el don de temor y el don de piedad, que es, como ya se dijo, un delicado amor a Dios, sino que también hace sabio al hombre. Y esto lo pedía David en el Salmo 118, 66, diciendo: "Enséñame la bondad, la sabiduría y la ciencia".


Y esta es la ciencia por la que se vive rectamente y que el Espíritu Santo nos enseñó.

Entre las cosas relativas a la ciencia y a la sabiduría del hombre la más importante es la prudencia por la que el hombre no se fía en su propio sentir. Prov 3, 5: "No descanses en tu propia prudencia".

En efecto, los que presumen de su propio juicio, de modo que no dan crédito a los demás, sino sólo a sí mismos, siempre son tenidos y juzgados como insensatos. Proverbios 26, 12:

"¿Has visto a un hombre que se cree sabio? Habrá que esperar más de un insensato que de él".
En efecto, que el hombre no crea en su propio juicio procede de la humildad, porque donde hay humildad hay sabiduría, como se dice en Prov 11, 2. Los soberbios, en cambio, confían demasiado en sí mismos.

44. --- Así es que por el don de ciencia el Espíritu Santo nos enseña a no hacer nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Y así por este don le pedimos a Dios que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo. Y en esto se manifiesta el don de ciencia. 21

Así es que se le dice a Dios: "Hágase tu voluntad", como sí estuviese uno enfermo, y al aceptar algo del médico, no quiere exactamente sino lo que sea la prescripción del médico, pues si lo quisiera por su sola voluntad, necio sería. Nosotros, igualmente, nada debemos pedirle a Dios sino que haga de nosotros lo que sea su voluntad, o sea que se cumpla su voluntad en nosotros.

En efecto, el corazón del hombre es recto cuando concuerda con la voluntad divina.

Esto es lo que hizo Cristo: Juan 6, 38: "He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado". En efecto, Cristo en cuanto Dios tiene una misma voluntad
con el Padre; pero en cuanto hombre tiene voluntad distinta de la del Padre: y en cuanto a esta voluntad El declara que no hace su voluntad sino la del Padre. Y por esto nos enseña a orar y pedir: "Hágase tu voluntad".

45. --- Pero ¿qué es lo que se está diciendo? ¿Acaso no se dice en el Salmo 113, 3 que "hizo todo lo que quiso"?

Si [Dios] hace todo lo que quiere en el cielo y en la tierra, ¿qué significa esto otro que [Cristo] dice: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo"?

46. --- En cuanto a esto debemos saber que Dios quiere de nosotros tres cosas, y nosotros pedimos que éstas se cumplan.


A) Lo primero que Dios quiere para nosotros es que poseamos la vida eterna. En efecto, quien hace una cosa por algún fin, desea de ella aquello por lo que la hizo.

Ahora bien, Dios hizo al hombre, mas no para nada, porque, según se dice en el Salmo 88, 48, "¿Acaso creaste en vano a todos los hijos de los hombres?". Así es que para algo creó a los hombres; mas no para los placeres, porque también los animales los tienen, sino para que 22
posean la vida eterna. Luego el Señor quiere que el hombre posea la vida eterna.


47. --- Siempre que una cosa alcanza aquello para lo que fue hecha, se dice que se salva; mas cuando no lo alcanza se dice que esa cosa se pierde. Ahora bien, Dios hizo al hombre para la vida eterna. Así es que cuando el hombre consigue la vida eterna, se salva; y tal es la
voluntad de Dios: Juan 6, 40: "La voluntad de mi Padre que me ha enviado es que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, posea la vida eterna".

Esta voluntad ya se cumplió en los Ángeles y en los Santos que están en la patria, porque ven a Dios y lo conocen y gozan de El.

Pero nosotros deseamos que así como se ha realizado la voluntad de Dios en los bienaventurados que están en los cielos, también se realice en nosotros que estamos en la tierra. Y esto es lo que pedimos al orar así:

"Hágase tu voluntad" en nosotros que estamos en la tierra, así como se cumple en los santos que están en el cielo.


48. --- B) También es voluntad de Dios respecto a nosotros que guardemos sus mandamientos. En efecto, cuando alguien desea algo, no sólo quiere lo que desea, sino todas las cosas por las que alcanza aquello. Así el médico que desea que [el enfermo] obtenga la salud, quiere también la dieta, la medicina y lo demás de este género.

Ahora bien, Dios quiere que poseamos la vida eterna. Mt 19, 17: "Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos". Así es que El quiere que cumplamos los mandamientos. Rom 12, 1: "Que vuestra obediencia sea conforme a la razón", ib. 2: "para que 23distingáis cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta".

Es buena por ser útil: Isaías 48, 17: "Yo soy el Señor que te enseña lo que es provechoso".

Es del agrado de quien lo ama; y aunque no es agradable para los demás, sin embargo es deleitosa para el que ama. Salmo 96, 11: "La luz sale para el justo, y la alegría para los de recto corazón".

Es perfecta por ser honesta: Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
Así es que cuando decimos "Hágase tu voluntad", oramos por nuestro cumplimiento de los mandatos de Dios.


Ahora bien, esta voluntad de Dios se cumple en los justos, pero aún no en los pecadores. A los justos se les designa por el cielo; a los pecadores, por la tierra.

Así es que pedimos que se haga la voluntad de Dios "así en la tierra", o sea, en los pecadores, "como en el cielo", esto es, en los justos.

49. --- Mas debemos observar que por el modo de hablar se nos revela la doctrina. En efecto, no dice Haz, ni tampoco Hagamos, sino que dice: "Hágase tu voluntad", porque dos cosas son necesarias para la vida eterna, a saber, la gracia de Dios y la voluntad del hombre, pues
aunque Dios haya hecho al hombre sin el hombre, sin embargo no lo justifica sin él. San Agustín dice en su Comentario sobre San Juan: "Quien te creó sin ti no te justificará sin ti", porque El quiere que el hombre coopere. Zac 1, 3: "Convertios a mí y Yo me convertiré a
vosotros". Y el Apóstol, 1 Cor 15, 10: "Por la gracia de Dios 24 soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí".

Así es que no presumas de ti mismo, sino que confía en la gracia de Dios, ni tampoco te descuides sino que pon tu esfuerzo. Por lo cual no se dice "Que hagamos", para que no parezca que nada tiene que hacer la gracia de Dios; ni tampoco se dice "Haz", para que no parezca que nada tienen que hacer nuestra voluntad y nuestro esfuerzo; sino que se dice "Hágase" por la gracia de Dios, a la que se agrega nuestro cuidado y nuestro esfuerzo.