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Sexto mandamiento


"No cometerás adulterio" (Ex 20, 14; Dt 5, 17).

"Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón"

(Mt 5, 27-28).

" Lirio de la virtud y la castidad, que hace a los hombres semejantes a los ángeles. Nada es bello si carece de pureza, y la pureza de los hombres se llama castidad. Esta virtud recibe asimismo el nombre de honestidad, y el practicarla, honor" San Francisco de Sales


1.- La sexualidad en el Plan de Dios

Dios ha dotado al hombre con el don de la Sexualidad. Por medio de este don, habiendo sido creado a Imagen y Semejanza de Dios, el hombre es partícipe de la labor creadora. Esto refleja el designio amoroso de Dios: la transmisión de la vida en un acto de amor y entrega.

2331 ‘Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen... Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión’ (FC 11).

‘Dios creó el hombre a imagen suya... hombre y mujer los creó’ (Gn 1, 27). ‘Creced y multiplicaos’ (Gn 1, 28); ‘el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó ‘Hombre’ en el día de su creación’ (Gn 5, 1-2).


Dios ha querido compartir su labor creadora con el ser humano. El hombre, salvo casos de enfermedad o nacimiento, tiene inscrita en su naturaleza humana la capacidad de transmitir la vida, para la natural propagación de género humano. Dios ha dispuesto que la transmisión de la vida sea mediante el Sacramento del Matrimonio; así, ha querido que en su ser biológico, en su ser material, quede constancia de ello.

Una persona que se haga así misma eunuca por el Reino de los Cielos (Mt 19, 12) seguirá teniendo en su persona esa capacidad, con independencia de su voluntad del celibato por amor a Dios. Esta vocación no se extiende a todas las personas. San Pablo nos dirá:

1 Corintios 7, 7-9: Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse


El celibato es una vocación dada por Dios.

Tampoco puede el hombre no puede elegir a su propio criterio qué hacer con esa capacidad, siendo inmoral tratarse de tal modo que sea estéril, puesto que antepone su voluntad a la Voluntad de Dios. Dios es dueño de la creación, y por tanto, de nuestro ser, corporal y espiritual.

2.- La integridad de la persona y Castidad

Las dos realidades del hombre, la corpórea y la espiritual, no pueden separarse ni dividirse:

2332 La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.

2333 Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.


La Castidad juega un papel muy importante en la vida humana, puesto que:

2337 La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.


La Castidad es una virtud por la cual todo Bautizado debe luchar. Implica el aprendizaje del dominio de sí. Es una labor constante, puesto que no se obtiene de una vez y para siempre. El hombre así se libera de la esclavitud de las pasiones.

2341 La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.


Ya que la Castidad es un continuo aprendizaje, el esfuerzo por lograr puede verse afectada por la imperfección o el pecado. Es, también, un esfuerzo social y cultural, puesto que las personas no viven aisladas. La salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria (Carta Encíclica “Spe Salvi”, 14).

El Sexto Mandamiento, como lo ha entendido la Tradición de la Iglesia, abarca en su totalidad la sexualidad humana.

3.- Respeto del donde sí

Es así que el hombre no debe despreciar su naturaleza corporal, querida por Dios, por medio de la cual manifiesta esa capacidad de amar y ser capaces de Dios.

En los inicios del Cristianismo surgió una herejía conocida como Encratismo, que despreciaba la parte corpórea del hombre, ya que su idea deriva del concepto neoplatónico y gnóstico de la materia como principio del mal.

2346 La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios.


4.- Regímenes de la Castidad

¿Queda a criterio del hombre cómo vivir su sexualidad? La Ley Natural, inscrita en el corazón del hombre, rige la conducta en el ejercicio de la sexualidad. Siendo la Ley Natural de la siguiente manera:

1954. El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:

La ley natural está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar... Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos. (León XIII, enc. "Libertas praestantissimum").


Como se ha mencionado, es un deber de todo bautizado:

2348 Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha ‘revestido de Cristo’ (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.


Cada persona vive la Castidad según su condición: las personas consagradas a Dios la viven por medio del celibato. Las personas solteras la viven en la abstinencia y los casados en la vida conyugal. Hay que hacer notar que la Castidad no se enfoca únicamente en los actos corporales. Dado que abarca la totalidad de la persona, la Castidad rige todas las acciones de la persona: modera sus deseos y rechaza todo aquello que se oponga a la Ley Natural. Es algo que se vive en todos los aspectos de la vida humana. Es así que la Iglesia también se pronuncia a las parejas en su camino de conocimiento:

2350 Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.


5.- Ofensas a la Castidad

1 Corintios 6, 15-20: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.


El Catecismo de la Iglesia Católica enumera las siguientes faltas a la Castidad:

La Lujuria: que es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión.

La Masturbación: que es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. El goce sexual es buscado por sí mismo, y es moralmente ilícito. Constituye un abuso en la capacidad dada en el hombre. Debe tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral.

La Fornicación: que es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio.

La Pornografía: que es dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella.

La Prostitución: que atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella. Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la imputabilidad de la falta.

La Violación: que es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad. La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad física y moral. Más grave todavía es la violación cometida por parte de los padres o de educadores con los niños que les están confiados.


No pocos se preguntan cuál es la situación de una persona con tendencias homosexuales. La Iglesia recibe a sus hijos siempre de manera amorosa, y como Madre comprende que una persona en esa situación enfrenta un reto particular muy grande. Los actos homosexuales serán siempre contrarios a la Ley Natural, así como el afecto de pareja entre dos personas del mismo sexo es un afecto no recto, puesto que va contra su dignidad y su realidad sexual, misma que debe aceptar.

La Iglesia comprende esto y los trata con compasión, amor y respeto. Se debe evitar la discriminación. Como todos, están llamados a cumplir la voluntad de Dios, pudiendo unir sus sufrimientos a la Cruz de Cristo (Lc 9, 23).

6.- La vida conyugal: unión y transmisión de la vida

El deber de transmitir la vida ha sido siempre para los esposos, colaboradores libres y responsables de Dios Creador” (Encíclica Humanae Vitae, 1).

1601 "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" ( CIC, can. 1055,1)


El Matrimonio contempla dos fines inseparables e insustituibles: la unión y la procreación.

Al ser el hombre imagen y semejanza de Dios, está en su naturaleza el amar. En el estado de Matrimonio, los cónyuges se entregan mutuamente, es una donación de toda la eprsona (cuerpo y espíritu) para formar los dos una sola carne (Gn 2, 24). La vida conyugal se constituye para el bien de los esposos, y es ahí donde se consuma el Sacramento mismo.

2361 ‘La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte’ (FC 11).


Esta entrega debe verse siempre como tal, sin buscar egoístamente el propio placer y satisfacción:

Tobías 8, 4-9: Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: ‘Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve’. Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres... tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: «no es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Yo no tomo a ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad’. Y dijeron a coro: ‘Amén, amén’. Y se acostaron para pasar la noche


El amor entre los esposos establecerá un lazo, la fidelidad, misma que prometen ante el Altar, teniendo una unión bendecida por el Creador que así ha dispuesto la vida humana.

2365 La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. El sacramento del Matrimonio hace entrar al hombre y la mujer en el misterio de la fidelidad de Cristo para con su Iglesia. Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo.

San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: ‘Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada... pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes’ (hom. in Eph. 20, 8).


La Procreación es la consecuancia de esa entrega total, de un amor que no es egoísta y que no se reserva nada, manifestando así el deseo de los esposos de cumplir la Voluntad de Dios.

2366 La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que ‘está en favor de la vida’ (FC 30), enseña que todo ‘acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida’ (HV 11). ‘Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador’ (HV 12; cf Pío XI, enc. "Casti connubii").


Así:

2369 ‘Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad’ (HV 12).


7.- Ofensas a la vida conyugal

El Adulterio:

2381 El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres.


El divorcio atenta contra la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1 Co 7, 10-11). El Matrimonio que ha sido consumado es ya totalmente indisoluble. L que Dios ha unido, no lo sepre el hombre.

Sin embargo, dado algunas circunstancias, hay que contemplar lo siguiente:

2383 La separación [física] de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos previstos por el Derecho Canónico (CIC can. 1151-1155).

Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral.


Si hay divorcio, y uno de los cónyuges se une a otra persona, comete adulterio.

Mateo 5, 32: Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.


La unión libre presenta una situación en la que las personas cohabitan, cometiendo fornicación. Por lo tanto es una práctica inmoral, que constituye pecado grave. La poligamia también atenta contra el designio original de Dios.

Cualquier acto u omisión que lesione o impida los dos fines del Matrimonio es moralmente ilícito y contrario al Sacramento, así como a la dignidad y bien de los esposos. Constituyen una forma ilícita de la regulación de la natalidad por medio de anticonceptivos:

Carta Encíclica Humana Vitae, 14: En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.

Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.


La Iglesia considera como recurso lícito de regulación de la natalidad, cuando hay causas graves (como pobreza extrema), los métodos que hacen uso de los períodos infecundos en la mujer.

El uso de los anticonceptivos también supone un riesgo para la dignidad de las personas y la esencia misma del amor conyugal:

Carta Encíclica Humana Vitae, 17: Los hombres rectos podrán convencerse todavía de la consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad. Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia.

Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada.


Todo acto dentro de la relación conyugal que impida directamente la procreación, consumado el acto, también es considerado como intínsicamente inmoral, así, la práctica conocida como coitus interruptus o el sexo por vía anal, que impide a la fecundidad llegando exclusivamente a la obtención del placer sexual. Todo acto debe quedar abierto a la vida.

2377 Practicadas dentro de la pareja, estas técnicas [inseminación y fecundación artificiales homólogas] son quizá menos perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables. Disocian el acto sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo ya no es un acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que ‘confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e igualdad que debe ser común a padres e hijos’ (cf CDF, instr. "Donum vitae" 82). ‘La procreación queda privada de su perfección propia, desde el punto de vista moral, cuando no es querida como el fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos... solamente el respeto de la conexión existente entre los significados del acto conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una procreación conforme con la dignidad de la persona’ (CDF, instr. "Donum vitae" 2, 4).


No constituye ninguna falta moral la situación de esterilidad involuntaria de alguno de los esposos, aunque si uno es conciente de ello en su persona, y lo oculta a su pareja, constituye una causa de nulidad matrimonial (el Matrimonio nunca se consumó). Los esposos, en esta situación, puedne contribuir grandemente al bien de la humanidad:

2379 El Evangelio enseña que la esterilidad física no es un mal absoluto. Los esposos que, tras haber agotado los recursos legítimos de la medicina, sufren por la esterilidad, deben asociarse a la Cruz del Señor, fuente de toda fecundidad espiritual. Pueden manifestar su generosidad adoptando niños abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del prójimo.


Así, los esposos son fecundos en el amor al prójimo.

Constituye también una falta cuando el cónyuge ve a su pareja como medio de obtención de placer, lesionando el fin unitivo.

Los hijos no son un derecho de los esposos sino un don de Dios. El hijo sí tiene derechos, como lo es nacer fruto del amor de sus padres.

Paz y Bien

Elaborado por: Abraham Eliseo Cruz Herrera


Fuentes:

- Catecismo de la Iglesia Católica.

- Carta Encíclica “Humanae Vitae”.

- Carta Encíclica “Spe Salvi”.

¿Qué significa honrar a tu padre y a tu madre?

CUARTO MANDAMIENTO

Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da” (Éxodo 20,12)

Este es el mandamiento que encabeza la lista de mandamientos dirigidos al amor a nuestro prójimo. Dios, al ser un Dios de orden, quiso establecer el justo orden del amor que el hombre debe vivir, primero hacia ÉL, inmediatamente después a nuestros Padres, y luego de forma universal, a todos los hombres.

Este mandamiento expresa también de forma indirecta, los deberes a cumplir para amar a nuestro prójimo, explicitados o definidos de forma más concreta en los subsiguientes preceptos.

Es el deseo de Dios que honremos, veneremos y amemos a nuestros padres, a los que les debemos la vida, nuestra formación en valores y nuestra fe. Como hijos, estamos en la obligación de respetarlos, venerarlos y amarlos ya que Dios, al constituirlos nuestros padres, les concedió un bastón de autoridad.

Específicamente, este mandamiento establece cómo debe ser la relación de los hijos con los padres, como relación primordial de toda sociedad humana, pero también se extiende a las relaciones con los demás miembros de la familia, con los abuelos y antepasados, a los que les debe respeto y honor especial. Finalmente, se extiende a los deberes que como personas tenemos para con nuestros mayores en edad y en jerarquía, como: ancianos, La Iglesia, maestros, jefes, instituciones del estado, etc.

Pero este mandamiento no sólo especifica la relación de los hijos con los padres, sino que sobreentiende los deberes de los padres, abuelos, personas mayores, maestros, jefes, instituciones del estado, y hasta la propia Iglesia de Cristo que es “Madre y Maestra”.

Este es el único mandamiento que en su definición, promete un bien temporal en nuestra vida terrena: “…, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da” (Éxodo 20,12).

La Familia en el Plan de Dios

La base de la familia está establecida sobre el fundamento del Matrimonio entre el hombre y la mujer. Dios al crear al hombre y a la mujer iguales en dignidad (Cf. Gn. 1,26-27), les da la orden de “…sean fecundos, multiplíquense…” (Cf. Gn. 1,28), y establece cómo debe ser la unión entre ellos: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.” (Gn. 2,24). Esto es El Matrimonio, que más tarde el Señor Jesús reafirma y hasta confirma su carácter de alianza indisoluble (Mt. 16,4-9; 5,31-32; Mc. 10,9; Lc. 16,18), y que San Pablo define su esencia: El Amor.

“Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.(Efesios 5,21-33)

Como vemos, Dios crea la figura del matrimonio, como base fundamental de la familia, para dos únicos fines: La Unión perfecta de amor puro entre los esposos y La Procreación. Podríamos definir esto como una “Sinergia de los hijos de Dios para producir amor y vida” donde el hombre se asemeja más a Dios que es Familia Trinitaria, en la labor de producir vida a través del Amor.

Un ejemplo perfecto de lo que debe ser una Familia Cristiana la encontramos en la Sagrada Familia de Nazaret.

“Nazaret es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio...Una lección de silencio ante todo. Que nazca en nosotros la estima del silencio, esta condición del espíritu admirable e inestimable... Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable...” (Pablo VI, discurso 5 enero 1964 en Nazaret).

Veamos lo que nos enseña el Catecismo de La Iglesia Católica acerca de lo que es o debe ser la Familia Cristiana:

2204. ‘La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso... puede y debe decirse ‘iglesia doméstica’ (FC 21, cf LG 11). Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (cf Ef 5, 21-6, 4; Col 3, 18-21; 1 P 3, 1-7).

2205 La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.

2206 Las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de sentimientos, afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas. La familia es una ‘comunidad privilegiada’ llamada a realizar un ‘propósito común de los esposos y una cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos’ (GS 52, 1).


DEBERES DE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA

Deberes de los Hijos:

Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor.” (Colosenses 3,20)

Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra.” (Efesios 6,1)

Como hemos visto, este mandamiento explicita de forma clara la honra, el respeto, la veneración y el amor que nosotros como hijos les debemos a nuestros padres, pues Dios, al constituirlos como tal, les ha concedido un bastón de autoridad, figura de la autoridad que ÉL mismo posee por su paternidad divina.

Este mandamiento se extiende también a las relaciones con los demás miembros de la familia, de manera particular con los abuelos y antepasados, a los que les debe respeto y honor especial. Por último, se extiende a los deberes que como personas tenemos para con nuestros mayores en edad y en jerarquía, como: ancianos, La Iglesia, con la obediencia y respeto absoluto a las autoridades eclesiásticas: El Papa, los Obispos, Sacerdotes, etc., maestros, jefes, instituciones del estado.

Es Cristo el ejemplo más perfecto de esta honra, respeto, amor, sumisión y obediencia a su Padre Celestial:

"Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.” (Juan 4,34)

…no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.” (Juan 5,30)

porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.” (Juan 6,38)

Y a su Madre María y José, su padre legal: “…Vivía sujeto a ellos…” (Cf. Lucas 2,51)

Veamos lo que enseña el Catecismo de La Iglesia Católica acerca de los deberes de los hijos para con los Padres:

Deberes de los hijos

2214 La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (cf Ef 3, 14); es el fundamento del honor debido a los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (cf Pr 1, 8; Tb 4, 3-4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (cf Ex 20, 12).

2215 “El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. ‘Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?’ (Si 7, 27-28).

2216 “El respeto filial se expresa en la docilidad y la obediencia verdaderas. ‘Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre... en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar’ (Pr 6, 20-22). ‘El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión’ (Pr 13, 1).

2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia. ‘Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor’ (Col 3, 20; cf Ef 6, 1). Los niños deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el niño está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.

Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.

2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (cf Mc 7, 10-12).

El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre (Si 3, 2-6).

Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor... Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre (Si 3, 12-13.16).

2219 El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar; atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas. El respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar. ‘Corona de los ancianos son los hijos de los hijos’ (Pr 17, 6). ‘Soportaos unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y paciencia’ (Ef 4, 2).

2220 Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores, de los catequistas, de otros maestros o amigos. ‘Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti’ (2 Tm 1, 5).

Deberes de los Padres:

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.” (Efesios 6,4)

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados” (Colosenses 3, 21)

Algo que los padres deben comprender es que sus hijos NO son de su propiedad, sino que son propiedad de Dios, son Hijos de Dios, y así deben tratarlos. La Autoridad que Dios le concede a los padres sobre sus hijos debe ser utilizada para educarlos en los valores cristianos del Evangelio y ayudarlos a crecer en estatura, sabiduría y en gracia, formándolos como hombres y mujeres santos para la gloria de Dios, creando en ellos como vocación fundamental, el AMAR Y SEGUIR A JESÚS.

Ningún padre tiene el derecho sobre su hijo de inhibir su vocación propia como ser humano y como hijo de Dios, es decir, ningún padre tiene el poder de elegir cuál va a ser La Opción Fundamental de vida de su hijo. Se han visto lamentables casos de padres que obligan a sus hijos a ser determinados profesionales de carrera o más grave aun, recriminan la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos e hijas, lo cual viola la dignidad de sus hijos, que son hijos de Dios, con libre albedrío de decidir., y a parte, ofenden a Dios limitando el crecimiento de su Reino.

Sabemos que en un lugar donde no hay orden, reina el caos y la anarquía total. Pues Dios es un Dios de orden, y como Familia Trinitaria, en ÉL existe el primero y más perfecto de todos los órdenes (donde El Padre tiene la Autoridad sobre el Hijo y El Espíritu Santo). Pues ÉL ha querido que la familia humana fuese figura de esa Familia Perfecta Divina, al concederle a los padres, la autoridad sobre los hijos, en el amor.

Veamos lo que nos enseña El Catecismo de La Iglesia Católica acerca del deber de los padres para con los hijos:

Deberes de los padres

2221 La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación ‘tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse’ (GE 3). El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables (cf FC 36).

2222 Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas. Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre de los cielos.

2223 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. El hogar es un lugar apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones ‘materiales e instintivas a las interiores y espirituales’ (CA 36). Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos:

El que ama a su hijo, le corrige sin cesar... el que enseña a su hijo, sacará provecho de él (Si 30, 1-2).

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor (Ef 6, 4).

2224 El hogar constituye un medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias. Los padres deben enseñar a los hijos a guardarse de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.

2225 Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su primera edad, deberán iniciarlos en los misterios de la fe, de los que ellos son para sus hijos los ‘primeros heraldos de la fe’ (LG 11). Desde su más tierna infancia, deben asociarlos a la vida de la Iglesia. La forma de vida en la familia puede alimentar las disposiciones afectivas que, durante toda la vida, serán auténticos cimientos y apoyos de una fe viva.

2226 La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la familia se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida cristiana de acuerdo con el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (cf LG 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres.

2227 Los hijos, a su vez, contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad (cf GS 48, 4). Todos y cada uno deben otorgarse generosamente y sin cansarse el mutuo perdón exigido por las ofensas, las querellas, las injusticias y las omisiones. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige (cf Mt 18, 21-22; Lc 17, 4).

2228 Durante la infancia, el respeto y el afecto de los padres se traducen ante todo en el cuidado y la atención que consagran para educar a sus hijos, y para proveer a sus necesidades físicas y espirituales. En el transcurso del crecimiento, el mismo respeto y la misma dedicación llevan a los padres a enseñar a sus hijos a usar rectamente de su razón y de su libertad.

2229. Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos (cf GE 6). Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.

2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Esta indispensable prudencia no impide, sino al contrario, ayudar a los hijos con consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.

2231 Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Estas personas pueden contribuir grandemente al bien de la familia humana.


Conclusión:

Dios quiere que después que a ÉL, honremos, respetemos y veneremos a nuestros padres, y después de a ellos, a todas las personas que Él mismo ha revestido con autoridad moral o espiritual sobre nosotros.

El respeto hacia nuestros padres se expresa en amor y gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, nos han traído al mundo y nos han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia; y en docilidad y obediencia, a ejemplo de Cristo.

Glorifica a tu padre de todo corazón y no olvides los dolores de tu madre; acuérdate que les debes la vida: ¿cómo les retribuirás lo que hicieron por ti?” (Si 7,27-28)

Observa, hijo mío, el precepto de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre. Átalos a tu corazón constantemente, anúdalos a tu cuello. Que ellos te guíen mientras caminas, que velen sobre ti cuando estás acostado, y conversen contigo cuando despiertas.” (Pr 6,20-22)


La Labor y/o responsabilidad de los padres es educar a los hijos en valores cristianos, en la fe, en las virtudes, y en la medida de lo posible, cubrir sus necesidades materiales y espirituales, ayudándolos a formar en ellos la vocación fundamental del cristiano en esta vida: AMAR Y SEGUIR A JESÚS.

Quinto mandamiento




Quinto Mandamiento

“No mataras” éxodo 20:13

Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás’; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal (Mt 5, 21-22).

Solo Dios da la vida, y por lo tanto solo Dios puede quitarla. Nuestra alma es individual y personalmente creada por Dios, y es El nuestro Creador quien decide cuando se termina nuestro tiempo en la tierra.

Este mandamiento se refiere al alma humana exclusivamente, los animales fueron creados para nuestro uso y conveniencia, por lo que no es pecado matar animales por causa justificada, si lastimaríamos animales sin razón abusaríamos de los dones de Dios, pero no pecaríamos en el quinto mandamiento. Algunos grupos radicales como los veganos ven a los animales como iguales a los hombres, lo cual es contrario al designio de Dios al colocarnos como el culmen de la Obra magnífica de la Creación.

Para ver más sobre veganismo ver http://es.catholic.net/sectasapologeticayconversos/243/1460/articulo.php?id=34901

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

2417 Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas.

2418 Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas.

Un punto interesante con respecto al hecho tan abominable de quitar una vida humana, que los hombres universalmente adoptamos la ley de la razón que es incorrecto quitar una vida.

El Suicidio:

2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.

2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.

2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral.

Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.


¿Podemos en alguna circunstancia quitar la vida de alguien de manera lícita?

Si, en defensa propia. Si el tercero amenaza mi vida o la de un tercero, si el único medio de detenerle es matándolo no se peca contra el quinto mandamiento.

Un duelo sin embargo no podría calificarse como “defensa propia” ya que es un acuerdo de combate preestablecido con el uso de armas mortales, así que aun cuando la intención sea “defender el honor” no es razón suficiente para matar.

La Iglesia excomulga a todos los que participan en los duelos:

  • Contendientes
  • Padrinos
  • Testigos
  • Y a todos aquellos que sepan del duelo y no hagan nada para evitarlo.

Más del concepto de defensa propia

Solo es válido si se recibe una agresión injusta, no podemos tomar la vida de un inocente para salvar la nuestra. Por ejemplo en un naufragio, si no hay comida suficiente no puedo matar a los otros para sobrevivir yo.

Tampoco se puede sacrificar la vida de un bebe en gestación para salvar la vida de la madre.

El bebe tiene derecho a vivir, aunque sea por corto tiempo. Es por ello que la Iglesia excomulga latae sententiae a los participantes de un aborto:

  • La Madre al consentirlo
  • El Padre si lo consiente
  • El Personal medico
  • Los que aconsejen el aborto y sea realizado.
El Mandamiento se extiende a las naciones también, así que si existe una guerra justa, en donde se tenga que defender la patria y se hayan agotado todos los recursos para evitar la guerra y se suspenda en el momento que las condiciones que iniciaron la guerra se levanten, no se peca contra este mandamiento.

La vida que tenemos es un regalo de Dios, nosotros somos los administradores y es por ello que debemos de usar todos los medios disponibles y razonables por preservarla. Sabemos de sectas en donde no se puede donar o recibir sangre, o donde es considerado pecado usar vacunas, o casos ms extremos donde a pesar de poder llevar a un enfermo para ser atendido se limitan a orar y pedir por él, esto no es suficiente.

Si algún miembro nos puede afectar la vida y debe de ser extirpado, como una pierna con gangrena, un hígado necroso, etc. se podrá extirpar sin pecar. Sin embargo el dañar intencionalmente un órgano que ponga en riesgo nuestra vida es pecar contra este mandamiento.

La Eutanasia

Es quitar la vida de un enfermo incurable para acabar sus sufrimientos. Este tema desata polémicas ya que los sentimientos de los parientes o del mismo enfermo juegan un papel engañador. Aun en condiciones de sufrimiento, no podemos disponer de la vida de alguien.

Un caso es cuando el paciente está sufriendo mucho y se aplica la eutanasia y se le deja de dar alimento, así el enfermo muere por inanición.

2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.

2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre.

2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "encarnizamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.

Mas sobre el quinto mandamiento por el Catecismo de la Santa iglesia leer del numeral 2258 al 2330.

RESUMEN

2318
‘Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre’ (Jb 12, 10).

2319
Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha sido amada por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo.

2320
Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador.

2321
La prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño. La legítima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común.

2322
Desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscado como un fin o como un medio, es una práctica infame (cf GS 27, 3), gravemente contraria a la ley moral. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana.

2323
Porque ha de ser tratado como una persona desde su concepción, el embrión debe ser defendido en su integridad, atendido y cuidado médicamente como cualquier otro ser humano.

2324
La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.

2325
El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad. Está prohibido por el quinto mandamiento.”

2326
El escándalo constituye una falta grave cuando por acción u omisión se induce deliberadamente a otro a pecar.”

2327
A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, debemos hacer todo lo que es razonablemente posible para evitarla. La Iglesia implora así: ‘del hambre, de la peste y de la guerra, líbranos Señor’.

2328
La Iglesia y la razón humana afirman la validez permanente de la ley moral durante los conflictos armados. Las prácticas deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales son crímenes.

2329
‘La carrera de armamentos es una plaga gravísima de la humanidad y perjudica a los pobres de modo intolerable’ (GS 81, 3).

2330
‘Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5, 9).

Elaborado por: Raúl Alonso

Fuentes:

La fe explicada Leo J. Trese Ed Patmos

Catecismo de la Santa iglesia católica

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