"Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo." 1Corintios 11, 27-29
"Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado." Lucas 24, 30-31
Un mandamiento es un precepto, de un superior a un inferior. A los antigüos, el Señor le dió preceptos morales, el Decálogo o mejor conocido, como los 10 Mandamientos.
Cristo, en la Última Cena, dió un mandamiento: Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. - San Lucas 22, 19
Y éste mismo mandamiento nos lo recuerda san Pablo:
Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: "Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío... - 1º Corintios 11, 23-24
Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.- 1º Corintios 11, 26
Desde el comienzo, nuestra Madre la Iglesia, fue fiel a la orden del Señor:
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. - Hechos de los Apóstoles 2, 42
En los primeros días de la semana (Domingo):
El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan – Hechos de los Apóstoles 20, 7
Así desde los días antigüos hasta el día de hoy, se ha mantenido siempre, hoy la encontramos en todas las partes de la Iglesia, con la misma estructura fundamental y sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia. Por eso llamamos a la Sagrada Eucaristía: Memorial.
Memorial Sacrificial
Memorial no es solamente un recuerdo, en el sentido dado por las Sagradas Escrituras es la proclamación de las maravillas realizadas por Dios a favor de los hombres. Lo vemos en el Exódo:
Ya no son muchos sacrificios para el perdón de los pecados, sino uno sólo, de una vez y para siempre. Ya no es que simplemente se hizo y lo que nos queda es un recuerdo... el Sacrificio sigue Vigente, se hace presente en el Altar.
No lo volvemos a sacrificar, sino que sencillamente se mantiene y se hace presente, se renueva con todos nuestros sacrificios unidos al suyo.
Apologética: ¿Los católicos vuelven a sacrificar a Cristo en la misa?
El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz. - Filipenses 1, 5 - 8
“Todas las buenas obras del mundo reunidas, no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras la Misa es obra de Dios”
Santo Cura de Ars
"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa misa."
San Pío de Pietrelcina
Sucedió un día que un buen y santo misionero, mientras predicaba por los campos de ese país, consiguió reunir en torno a si a un grupo de niños pequeños. Como tema de su predicación eligió enseñarles la presencia real de Jesús en el Tabernáculo. Con su corazón embargado por la emoción les habló a los niños de cómo Jesús, por obra de un dulce milagro, permanece siempre encerrado y cautivo en los altares de nuestras iglesias esperando nuestra visita.
Nada más escuchar esto sucedió que uno de los niños se levantó apresuradamente de en medio del grupo y sin perder un instante salió corriendo en dirección a la iglesia más cercana. Una vez en su interior se acercó al Tabernáculo y aunque era todavía demasiado pequeño, consiguió con gran esfuerzo subirse a lo alto del altar y sentarse a su lado. Fue entonces cuando con una fe pura e ingenua, comenzó a llamar a Nuestro Señor mientras golpeaba con suavidad la puertecita:
- Jesús, ¿estás allí?...
Pero nadie contestó a su llamada. Sin desanimarse a esta conmovedora audacia propia de su corta edad, volvió de nuevo a golpear esta vez un poco más fuerte la puerta con los nudillos de pequeña manita:
- ¿Estás allí, Jesús?. Por favor contéstame... como nos dicen que lo haces siempre en la clase de catecismo…
Y esperó unos instantes... Pero pesar de que prestaba mucha atención sus oídos no conseguían escuchar ningún sonido del interior del Tabernáculo. "Debe ser que Jesús esta ahora dormido", pensó entonces el niño. Y decidido, se dijo a si mismo: "Voy a despertarlo con delicadeza para no asustarlo".
- Oh mi pequeño Jesús, te quiero, te adoro, creo en Ti, contéstame. Yo te suplico que me hables…
¡Oh gracia! ¡Oh prodigio! ¡Oh milagro!… Ante esta oración de tanta ternura Jesús ya no pudo resistir más y desde el fondo de su Tabernáculo dejó escapar finalmente su voz:
- Soy Jesús y vivo en este lugar donde mi inmenso amor por los hombres me tiene prisionero. Desde aquí consuelo a todo el que llora. Y tu, mi amado niño, ¿qué es lo que quieres de mi?
El niño, ya muy contento, le respondió con voz candorosa:
- Es mi padre…. No se encuentra bien... Te pido por favor que lo conviertas. Haz que te conozca y ame tu nombre...
-Hágase como quieres. Te concedo tu deseo - le respondió Jesús. Anda, vete ahora a tu casa que ya la tarde está cayendo y tus padres te están esperando .
Desbordado por la alegría de haber haber sido escuchado por Jesús, el niño regresó a su casa mas obediente y piadoso que nunca. Al día siguiente se obró un milagro conmovedor: sin que hubiera contado nada de lo sucedido en la iglesia, su padre tomó la repentina decisión de acudir a la Iglesia y confesarse tras haber permanecido muchos años completamente alejado de ella. Cuando regresó a su casa, volvió como un hombre nuevo renacido a la fe.
Y así termina esta historia que me contaron en la Inglaterra protestante. ¡Oh Jesús! gran amigo de los niños y lleno de compasión con los pobres pecadores, ¿quién dejará de reconocer tu infinita bondad en el relato de esta historia que me contaron? Yo la recordaré por siempre… Y también llamaré a tu puerta todos los días. Si no consigo oír tu voz como aquel niño, poco importa pues se que tu corazón siempre me escucha.