Capítulo I. Introducción a la Mariología

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Capítulo I. Introducción a la Mariología


1. Introducción


 ¿Qué es la Mariología?:

Etimología: Tratado acerca de María: «la ciencia que se refiere a María».
Definición: Aquella parte de la ciencia teológica cuyo objeto es María, Madre del Verbo Encarnado y Redentor, es decir, Madre de Dios y Madre de todos los hombres.

Objeto: el misterio de María en toda su integridad y en su multiplicidad de facetas, es decir, dirige su atención a Santa María considerada en sí misma y en su multitud de relaciones con toda la doctrina cristiana.
Es un tratado íntimamente relacionado con todo el quehacer teológico; con una autonomía imprescindible para considerar ordenadamente y en todas sus facetas la figura de Aquella que es Madre de Dios y Madre de todos los hombres.

Como se ha visto la presencia de María ocupa un lugar especial en la fe y en la piedad del Pueblo de Dios. También en la predicación de la Iglesia. Sin embargo, a la hora de la sistematización teológica, esta presencia de María no ocupaba un lugar especial, sino que la doctrina mariana iba siendo desarrollada en diversos lugares, preferentemente en la Cristología y la soteriología (S. Th III, qq. 27-37), utilizando al mismo tiempo los enunciados marianos para profundizar en la consideración de la vida de Jesús. (p.24)

Este método, como señala Schmaus, tiene la ventaja de que evita radicalmente el aislamiento de la Mariología, y aparece totalmente destacada la esencial referencia de Santa María a Cristo y a la historia de la salvación. Tiene el inconveniente señalado por Suárez.

La riqueza de las verdades mariológicas contenidas en la Revelación y en la posterior reflexión cristiana hace patente la posibilidad de una presentación orgánica de estas verdades, como «un todo parcial dentro de la Teología». (p. 25)
-Los protestantes (K Barth) rechazan el que María se tratada en un tratado autónomo. Fiores afirma que esta posición se debe a que de ser así la figura de la Virgen sería el prototipo de la criatura humana.

La razón principal para que sea conveniente integrar las verdades marianas en un cuerpo unitario de doctrina, no estriba principalmente en el hecho de que se trate de un conocimiento de afirmaciones referidas a una persona particular, sino que se basa en el hecho de la peculiar misión de María en la economía de la salvación. Toda su persona y su historia están al servicio de esta misión. (p. 26)

El Método de la Mariología es el mismo de la Teología: temas bíblicos, la contribución de los Padres, así como la historia posterior de los Dogmas (p. 27)

El objeto propio y específico de la Mariología es la persona de Santa María considerada en sí misma y en el lugar que ocupa en la historia de la salvación, ya que Dios, al elegirla para Madre de Jesús, la eligió también como Madre del Redentor y, en El, la eligió como Madre de todos los hombres, y la dotó de unas prerrogativas especiales y únicas de acuerdo con la misión a la que le destinó. (p. 27)

Al ser esta misión fundamental y de índole universal, la Santísima Virgen está presente, no en uno u otro aspecto, sino en todo el plan de salvación querido por Dios (L.G. #65). (p. 26)

La Mariología ha de entenderse como el estudio a la luz de la fe de lo que esta misma fe enseña en torno al misterio de María considerada en sí misma y en su cometido en la historia de la salvación. (Optatam totius, n.16).

Antes del Vaticano II existían dos sistemáticas para acceder a la consideración sobre las verdades marianas: La primera, denominada tradicional, devota o mística cuya fórmula de pensamiento era in María, cum María, per Maríam. La segunda, crítica o moderna, de corte positivo que intenta hacer un estudio objetivo y científico, separado de las devociones. El Vaticano II concilia y supera ambas tendencias insertando el estudio en el misterio de Cristo y la Iglesia.

El Conc. Vat. II:
Inicia su exposición mariológica recordando el texto de Gal 4,4-5: “cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo...”.
Toma como punto de partida de su exposición mariológica la referencia de Cristo a la Madre y de la Madre a Cristo, enmarcado en el amplio panorama de la historia de la salvación.
El Capítulo 8 de Lumen Gentium presenta una visión abarcante del misterio de María cuyo fíat no sólo hizo posible el nacimiento de Cristo, sino que cooperó en forma excepcional a la salvación del mundo, y ocupa un lugar especial en la vida de la Iglesia.

En los primeros siglos del Cristianismo:

La Iglesia naciente se reúne en torno a Ella en el Cenáculo de Jerusalén (Hch: 1,14).
Los primeros símbolos la mencionan como la Madre de Jesús por obra del Espíritu Santo. Se cita por su especial intervención en el misterio de la Encarnación y, en relación con este misterio, por su papel único en la obra de la Redención.

Como expresión y fundamento del modo en que Dios quería salvar a la humanidad, la venida del salvador a este mundo tuvo lugar por el mismo camino que discurre la venida de todo hombre: siendo engendrado por una mujer de la que recibe no sólo la carne y la sangre, sino también la pertenencia al género humano y a un pueblo determinado.

La participación de la «mujer» en el  misterio de la encarnación es algo positivamente querido por Dios hasta tal punto que no se puede captar el misterio de Cristo, si no se acepta también que la manera en que entró a formar parte del género humano fue encarnándose «por obra del Espíritu Santo» de Santa María Virgen.

Esta vinculación de María con todo el misterio de Cristo es lo que condujo a la Iglesia a profundizar el papel de la Virgen en la obra redentora de su Hijo.

2. María en la reflexión de la fe


Significado Cristológico de la Mariología:
Aparece en referencia esencial y directa a su maternidad física de Cristo (Hch 1,14). Es inseparable del Misterio de la Encarnación.

Lo que Ella es y significa para la historia de la salvación queda determinado antes que nada con su maternidad. La inteligencia de María depende esencialmente de la inteligencia de Cristo.

La reflexión mariológica ha de realizarse en una perspectiva cristocéntrica. Del mismo modo una cristología sin una referencia a María estaría incompleta. Al respecto, el Concilio de Efeso, al afirmar la encarnación de Cristo tuvo que referirse a la Maternidad de María.

Si toda madre dice relación esencial a su maternidad de tal forma que, al concebir, su vida comienza a decir insustituible referencia a la vida del hijo, con mayor razón ha de decirse que Cristo es toda la vida de esta Mujer elegida para El como Madre en el más humano y pleno de los sentidos. La relación entre María y Cristo es una relación esencial.

Significado eclesiológico de la Mariología:
La verdad sobre María dice también relación a la Iglesia
Pablo VI en el Discurso de la clausura de la tercera sesión del Vaticano II, describió con vigor esta unión:
La esencia íntima de la Iglesia hemos de buscarla en la mística unión con Cristo; unión que no podemos pensarla separada de su Madre.
Ella es la Madre del Verbo encarnado. Cristo mismo quiso unirla tan íntimamente a sí para nuestra salvación.
El conocimiento de la doctrina verdadera católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo en la Iglesia.
Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium:

Proposición: Philips ha hecho notar que la relación que hace L.G., de María en su relación con el misterio de Cristo conduce por sí misma a la consideración de María en su relación con el misterio de la Iglesia.
Argumento: Esto es así por la especial relación que existe entre María y Jesús y por la unión estrecha y vital que existe entre Cristo y la Iglesia.
Conclusión: En la actúa economía de la salvación la maternidad sobre Jesús lleva consigo la maternidad sobre la Iglesia.
n Juan Pablo II. Enc. Redemptoris Mater, n.5.

El Conc. Vat. II presentando a María en el misterio de Cristo encuentra el camino para profundizar en el conocimiento del misterio de la Iglesia.
María, Madre de Cristo, está unida particularmente a la Iglesia, cuerpo de Cristo. (L.G. #52).
La realidad de la Encarnación encuentra así su prolongación en el misterio de la Iglesia-cuerpo de Cristo.
El axioma: «No sin María»:

Para comprobar el axioma partimos de una argumentación progresiva desde el CEC.

Catecismo de la Iglesia Católica 
 425: «la transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en El».
La radical novedad del cristianismo es el seguimiento de un hombre (Jesús), a quien se confiesa como el Mesías esperado por los judíos.
El cristianismo descansa sobre la concreción de una irrepetible historia humana, la de Jesús de Nazaret, hasta el punto que puede decirse que Dios «ha introducido en la historia humana su acción salvífica como un todo concreto»
A este todo concreto pertenece la maternidad de Santa María sobre Cristo, maternidad que se prolonga sobre los hombres.
La cooperación de María en el acontecimiento de Cristo y el lugar que ocupa en la historia de la salvación ayudan a descubrir no sólo la cristología, sino también el verdadero rostro de la Iglesia y la exacta naturaleza de la salvación del hombre.

María: « la mujer icono del misterio».

En María se refleja como en ninguna otra criatura el misterio de Dios y de la salvación del hombre.

Dice Forte, B que María: «se ha convertido en la imagen densa por su presencia no sólo de la obra de Dios por el mundo, sino también de la respuesta que el hombre se ha hecho capaz de dar a su Dios».
La verdad sobre María está indisolublemente ligada a la antropología teológica: En ella se manifiesta el cambio que se opera en el hombre redimido por Cristo. Su santidad es llamada y ejemplo de cómo es la santidad humana.

La verdad sobre María afecta a la escatología: Su Asunción en cuerpo y alma a los cielos es una referencia de primer orden a la hora de considerar el más allá de la muerte humana, la pervivencia del alma y la relación de la resurrección de la carne con el acontecimiento final de la historia de la salvación.

En Santa María se producen una riquísima concentración de verdades teológicas; por ello es un punto de referencia de importancia en el diálogo ecuménico (J.P. II. Enc. Red. Mater #30)

3. La Mariología como disciplina teológica

Si todo ser es objeto de la Teología en la medida en que dice referencia a Dios, la Madre de Jesús, referida esencialmente a Dios como su propia Madre, requiere una detenida consideración teológica. También es objeto de estudio por su referencia a la historia de la salvación.

La realidad de María es riquísima tanto en su referencia a Cristo y a su colaboración en la historia de la Salvación; como si se considera su ser personal, es decir, la realidad que se suele designar con la expresión «privilegios marianos».

Esa riqueza es lo que hace que a finales del siglo XVI comiencen a hacerse tratados especiales de Mariología:

Tratado de Francisco Suárez (+1617), destaca con fuerza la figura de Santa María
Plácido Nigido fue el que acuño el término “Mariología” al titular a su obra: Summae sacrae mariologia pars prima.

4. El primer principio de la Mariología


Las décadas que preceden al Concilio Vaticano II la toma de posición a favor de la MariologÌa trajo consigo el afán de organizar todas la verdades mariológicas en torno a un principio fundamental que las conectase.

En un primer momento se concibe como aquella prerrogativa de la que se derivan todos los atributos y propiedades que María ha recibido en orden a su glorificación y a la salvación de los hombres. También se ha destacado la dificultad existente en un intento de organizar toda la MariologÌa en torno a un primer principio, entre otras razones, porque existen muchas verdades marianas cuya conexión entre sí estriba en la voluntad divina y no en las consecuencias metafísicas implicadas en la Maternidad divina...

Mucho más matizada y ecléctica es la opinión de Schmaus que identifica el primer principio con la "perspectiva fundamental". (p. 29)

H.M. Köster llama a ésta "una cuestión espinosa", y se inclina por la afirmación de que la "unidad de la figura de María puede ser comprendida a partir de diversas ideas: desde su maternidad divina, su significación como tipo de la Iglesia, su puesto excepcional en la redención" (La MariologÌa del siglo XX, 1974).

Doctrinas que cuestionan el primer principio

Algunos teólogos renuncian a un tratado sistemático de la m. para evitar el aislamiento y encerramiento excesivos.

1. Bonnichon, (francés) 1936. Sugiere una dicotomización de las prerrogativas marianas en las diversas partes de la Teología.

2. Zimara, C. (alemán)1937. Pone el duda la conveniencia de un primer principio para la m. y de esta manera se podrían paliar los peligros de una excesiva sistematización.

3. Bonefoy,J.F., (francés) 1939. Niega directamente la existencia de un primer principio, porque la m. no es una ciencia autónoma, sino una parte de la Teología y no puede tener otros principios que los de ésta.

Sentencias que mantienen un primer principio simple
Dentro de esta corriente hay varias tendencias, que identifican el primer principio con una o varias prerrogativas:

1. Los que se centran en la "Maternidad divina" , no en su aspecto meramente biológico, sino en su dimensión moral y trascendental. San Lorenzo de Brindisi, Francisco Suárez, San Alfonso Ma. de Ligorio.

2. Los que se adhieren a la prerrogativa de la Nueva Eva (asociada al Redentor). El card. Newman, a través del estudio de los Padres de la Iglesia.

3. "María tipo de la Iglesia". Resaltan el lugar que le corresponde a la Virgen en el plan redentor; porque la misión salvífica de María y la de la Iglesia están íntimamente conexionadas. Esta teoría es mantenida por teólogos centroeuropeos como: Semmelroth (1950), Kóster (1954).

4. Rahner (1954 y 1967) anuncia su primer principio en los siguientes términos: “María es aquella que ha sido rescatada de la forma más perfecta”.

5. Algunos teólogos modernos, basándose en los estudios exegéticos del NT: "María es la perfecta discípula y seguidora de Cristo".


Doctrinas que admiten un primer principio compuesto

Scheeben (1882) y otros autores contemporáneos proponen un principio que englobe en sí mismo varias realidades que abarquen y aún en todos los atributos marianos: la maternidad nupcial de María.

Para Merkelbach: María es Madre del Dios-Redentor.

Bover, en su obra: “Síntesis orgánica de la Mariología en función de la asociación de María a la obra redentora de Jesucristo” (1929), expone el principio de: La Maternidad divina tomada en un sentido histórico y concreto, el P. Roschini La maternidad universal de María; entre otros.

Sentencias que admiten dos principios fundamentales

Hay algunos -pocos- que admiten dos principios. J. Bittremieux, De principio supremo Mariologiae (1931) expone la existencia de dos principios: el primero, La Bienaventurada Virgen es Madre de Dios, el segundo, La Bienaventurada Virgen está asociada a su Hijo Redentor. Aunque están relacionadas, son dos principios distintos, de ahí la necesidad de la Teología mariana de aclarar su conexión.

5. Los principios secundarios de la Mariología


Son menos comprehensivos y universales que el primero; pero son más concretos y, por tanto, más explícitos y son muy útiles para el desarrollo de esta ciencia.

A) El principio de singularidad
«Dado que María es, por designio divino, una criatura del todo singular y única, ha recibido unas gracias y privilegios que están fuera de la ley común y que ninguna otra criatura pueden convenir». Santo Tomás lo enuncia en III Sent. d.3, q.1 a2; S. Th III, q.27, a.1 y San Anselmo en Orat. 52. (p. 33)

B) El principio de conveniencia


«Dios ha concedido a María todos los privilegios y gracias que son convenientes a su excelsa maternidad divina y a su misión de Medianera». El fundamento de este principio podemos encontrarlo en la tesis de Santo Tomás: « cuando Dios elige a alguno para algún oficio lo prepara y lo dispone de forma que se haga idóneo para el mismo» (S. Th. III q.27, a.4c).

Roschini (Diccionario mariano, 1964) expone que se puede distinguir entre la conveniencia de un privilegio ya concedido y la conveniencia de un privilegio que se puede conceder. Así, todas las gracias que constan por fe que han sido concedidas a María por el mero hecho de haber sido concedidas, son convenientes a su excelsa dignidad.

Totalmente diferente es utilizar el principio para establecer un privilegio. En este caso se debe tratar de verdadera y real conveniencia; es decir, de conveniencia de parte de Dios y no sólo de parte nuestra.

C) El principio de eminencia

«María posee toda gracia y todo don concedido a las demás criaturas». Se deriva del anterior. Esa posesión en María es o en la misma forma -todos aquellos compatibles con su sexo y condición, como son la gracia santificante, las virtudes y dones-, o en modo eminente -aquellos incompatibles con su sexo y condición, como el carácter sacerdotal, que no lo poseyó María por ser mujer; sin embargo, tuvo de un modo inminente lo que se confiere con este carácter, que es el poder sobre el cuerpo de Cristo-, o de modo equivalente -así aunque no consta que el nacimiento de María estuviera acompañado por signos portentosos, no obstante fue vaticinado por los profetas del Antiguo Testamento-. (pp. 34-35)

D) El principio de semejanza

«María posee de forma análoga, conforme a su estado y condición, los diversos privilegios de la Humanidad de Jesucristo». La analogía que se aplica es la de atribución, en la que el analogado principal es Cristo y el secundario y subordinado es María. Además, aquellos privilegios de Cristo que se derivan de su unión hipostática (p. ej. la adoración) se deben aplicar a María en forma laxa o impropia (culto hiperdulía); sin embargo, aquellos que proceden indirectamente de ese se pueden predicar de María con una analogía propia (glorificación corporal).

6. Referencias biográficas de María


La Sagrada Escritura no aporta ningún dato de María hasta el momento de la Anunciación, por tanto debemos recurrir a la tradición para poder conocer algo de la historia de su vida.

La Liturgia, desde tiempo inmemoriales, celebra a Joaquín y a Ana como padres de la Virgen. San Epifanio es el primer Santo que los denomina de esta manera; San Juan Damasceno, San Modesto de Jerusalén, etc., los llaman del mismo nombre. De aquí que Benedicto XIV lo considera una sentencia heredada de la común tradición oriental y occidental. (pp. 35-36)

Se sabe con certeza que María nació en Palestina, aunque no conozcamos el lugar ni la fecha precisa (alrededor del 729 a 733 de la fundación de Roma).

Con relación al linaje al que pertenecía María hay dos opiniones:

Originaria de la tribu de Judá y de la estirpe de David (Lc 1,32-33; Lc 3,23-38; Rom 1,3).
Pertenece a la estirpe sacerdotal por su parentesco con Isabel (Lc 1,36; Lc 1,5). Jesús, atendiendo a su filiación jurídica, es hijo de David y según su filiación carnal es hijo de Aarón. Por tanto, el Mesías aúna en su persona el carácter real y sacerdotal.

María fue desposada con un varón de la casa de David llamado José, hijo de Jacob (Lc 1,27; Mt 1,18) y de profesión artesano. El matrimonio se realizó siguiendo la tradición judía: primero los esponsales, que ya tenían valor jurídico; a continuación, las nupcias, es decir, la introducción de la esposa en la casa del esposo. Por el evangelio sabemos que la Anunciación tuvo lugar cuando ya se habían realizado los esponsales. Tomando como referencia la matanza de los niños por Herodes, la huida a Egipto debió ser al año del nacimiento de Jesús, es decir a finales del 749. La permanencia en Egipto debió durar más de dos años, volviéndose a Nazaret. La pérdida del Niño en el Templo debió ser en la Pascua del 761.

Por los datos suministrados por San Lucas (3,1-2), sabemos que Juan Bautista comenzó a predicar el año décimo quinto del imperio de Tiberio Cesar. Con estos datos se puede precisar que Jesús tenía alrededor de 31 años y María entre 46 y 50. A la muerte de Jesús, María tendría entre 49 y 53 años.

A partir de esa fecha aparece en los Hechos de los Apóstoles esperando la venida del Espíritu Santo. Por la escena del calvario sabemos que Juan la acompañó. (p. 38)