Sacramento de la Confesión


todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación" - 2º Cortintios 5, 18

El Señor Jesús durante su vida pública, obró muchísimos milagros portentosos en los cuales no sólo sanaba cuerpos físicos sino también Almas, perdonando los pecados. Estas personas sanadas tuvieron la dicha de escuchar de la boca de Jesús: …tus pecados te son perdonados. (Marcos 2,5; Lucas 7,48).

En un designio de Amor Divino, como fruto de la redención consumada tres días antes en la Cruz, Cristo al aparecer por primera vez en medio de sus Apóstoles, de forma MUY SOLEMNE les confiere, por el soplo del Espíritu Santo, el poder de perdonar los pecados a los hombres; y los envía a esta misión con la finalidad amorosa y sublime de darnos la oportunidad de recobrar la Gracia pérdida por los pecados cometidos después del Bautismo, y de darnos el consuelo hermoso de escuchar, de labios del sacerdote: “Hijo(a), tus pecados te son perdonados…

Les dijo: « ¡La paz con vosotros! ». Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de Gozo al ver al Señor. Él les volvió a decir: « ¡La paz esté con ustedes! ». Así COMO EL PADRE ME ENVIO A MI, ASI LOS ENVIO A USTEDES. Dicho esto soplo sobre ellos: «RECIBAN EL ESPIRITU SANTO: A QUIENES USTEDES PERDONEN QUEDAN PERDONADOS, Y A QUIEN NO LIBREN DE SUS PECADOS, QUEDAN ATADOS».” (Juan 20, 20-23)

El Señor establece un paralelismo entre la misión que le encomendó su PADRE y la que Él les encomienda a sus apóstoles. EL PADRE le dio la misión de consumar La Redención, y JESÚS la cumplió a cabalidad. Ahora, Él envía a sus Apóstoles a administrar el fruto de esa Redención, que es el Perdón de los Pecados.

Debemos notar que luego de la Resurrección se dan dos efusiones solemnes del Espíritu Santo: la primera, sobre la Jerarquía de la nueva Iglesia (los Once Apóstoles) a través de esa “Unción Especial”, ese “Soplo del Espíritu”, dándoles el poder de ministrar el perdón de los pecados. Y la segunda efusión, para instituir a la Iglesia carismática en el día de Pentecostés.

Como vemos, la primera efusión SÓLO se dio sobre Los Apóstoles, no sobre todos los discípulos del Señor, lo que prueba que Cristo quiso instituir una Iglesia Jerárquica que tuviese autoridad y poder Apostólico de “Atar y Desatar” (Mateo 16,19; 18,18; 19,27-30; Lucas 22,28-30), y que estaría encargado del "Ministerio de la Reconciliación" (2 Corintios 5,18). Esta Efusión Solemne se dio a través del “soplo” de Jesús sobre los Apóstoles, confiriéndoles El Espíritu Santo. Este “soplo” debemos relacionarlos con el soplo que EL PADRE infunde en Adán (Rua), dándole aliento de vida (Génesis 2,7), y es cuando Adán VIVE y reconoce la maravilla que Dios le había dado. Con este soplo de vida, en Adán entra el Espíritu Santo, y con Él, la Gracia.

“Entonces, el Señor Dios formo al hombre con polvo de la tierra, y SOPLÓ en sus narices aliento de vida y existió el hombre con aliento de vida” (Génesis 2, 7)

El Señor Dios solamente SOPLA DOS VECES en toda la historia de la Salvación. La primera, en el día de la creación del hombre, y la Segunda, en la tarde de la Resurrección. (Juan 20, 20-23)

Es muy significativo que El Señor sople dos veces sobre el hombre y que en ambos casos confiera EL ESPÍRITU SANTO. Así como Adán recibió La Vida y la Gracia en el primer soplo, así mismo EL SEÑOR JESÚS, por medio de su soplo divino a su Iglesia dándole el poder para ministrar el perdón, nos concede la “Nueva Vida”, restituyéndonos la Gracia Santificante perdida por los pecados mortales posteriores al Bautismo.

Cuando pecamos gravemente, el alma muere a la Gracia, es decir, a la presencia de Dios, pero a través de la Confesión, por el poder de JESÚS, no sólo se nos perdonan nuestros pecados, sino que también se nos devuelve la vida de la Gracia que había sido perdida. Este es un nuevo nacimiento del alma muerta por el pecado; nace a la vida por el soplo de la Gracia.

Los hermanos separados interpretan que JESUS, cuando habla de perdón de los pecados en Juan 20, 20-23, se refiere a una predicación de arrepentimiento y hacen comparación con Lucas 24, 46-47 donde El Señor explicando las escrituras nos dicen que el Mesías debía morir y resucitar al tercer día para que en su nombre, todos los hombres volvieran a Dios para obtener el perdón de sus pecados. Pero seria incongruente pensar que JESÚS les concede este Gran Poder a los Apóstoles de forma TAN SOLEMNE, si ya hubiese establecido que con sólo la predicación del arrepentimiento era suficiente para el perdón. El Señor tampoco se refiere a que seremos perdonados en la medida en que lo hagamos con nuestros hermanos, como lo dijo en el PADRE NUESTRO, pues en él no se habla del poder que recibieron los Apóstoles, sino de un perdón proporcional al que nosotros demos. Es necesario predicar el arrepentimiento de los pecados, pero esta predicación no es el perdón como tal.

Si era evidente que los apóstoles iban a morir, entonces el poder de perdonar los pecados, así como el poder de administrar los demás sacramentos, debía ser trasferido a sus legítimos sucesores, que son Obispos y los sacerdotes ordenados por éstos a través de la Imposición de Manos, que constituyen la Jerarquía de la Iglesia que CRISTO habían Instituido sobre dicha jerarquía apostólica (La Iglesia Católica). Este poder no podía ser temporal, sino que debía estar vigente hasta el fin de los tiempos.

“Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo". (Mateo 28,19-20)

Así como la administración el sacramento del bautismo NO podía ser temporal con la muerte de los Apóstoles, así tampoco el sacramento de la confesión lo era, ya que sino: ¿qué sentido tiene que El Señor le otorgase semejante poder a los Apóstoles, si éste iba a terminar con sus muertes?

En otro orden de ideas, ¿Cómo podrían ellos ministrar este poder sin saben cuáles pecados perdonar? El pecador debía confesar sus pecados, como vemos a continuación:

"Muchos de los que habían creído venían a confesar todo lo que habían hecho" (Hechos 19,18)


Este pasaje nos habla que los nuevos creyentes "fueron, vinieron, etc." a confesar sus pecados. La Sagrada Escritura dice "venían", habla de desplazarse de un lugar a otro. ¿A dónde fueron? ¿Por qué tenían que ir a otro lugar a confesar sus pecados y no hacerlo directamente con Dios?

La respuesta es muy sencilla: ellos iban buscando a los Apóstoles. Allí confesaban sus faltas. Esto es lo que hacían los cristianos de la Iglesia Primitiva y lo que los católicos seguimos haciendo en la actualidad, POR SER LA MISMA IGLESIA que mantiene fiel la fe de los Apóstoles.

También el Apóstol Santiago nos enseña que debemos acudir a los “presbíteros” (sacerdotes) y no a cualquiera, para ser "ungidos", y para el perdón de los pecados.

“¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros (sacerdotes) de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor; y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará, y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestras faltas y orad unos por otros para que os salvéis. Mucho puede la oración fervorosa del justo." (Santiago 5:14-16)

Prefiguración del Sacramento de la Reconciliación en el Antiguo Testamento

El Pueblo de Israel era un pueblo que conocía que su DIOS era un DIOS Misericordioso (Éxodo 34, 6-7), sin embargo instituyó liturgias externas para tener la certeza del perdón que sabía que su DIOS otorgaba, así vemos en el libro del Levítico:

Si un hombre cualquiera del pueblo peca por inadvertencia, haciendo algo prohibido por YAHVÉ, volviéndose culpable. En cuanto se le indique el pecado cometido presentará como ofrenda una cabra sin defecto, pondrá la mano en la cabeza de dicha víctima por el pecado y la degollará en el altar de los holocaustos. El sacerdote mojará su dedo en la sangre y tocando los cuernos del altar de los holocaustos derramará el resto en su base. Así se hará expiación por el que ha cometido la falta y será perdonado.” (Levítico 4, 27-31)

"...el que de uno de estos modos incurre en reato, por el reato de uno de estos modos contraído confesará su pecado y ofrecerá al Señor por su pecado una hembra de ganado menor, oveja o cabra. Y el sacerdote le expiará de su pecado." (Levítico 5,5-6)

"Si alguno yaciere con mujer esclava desposada a otro, no rescatada ni puesta en libertad, castígueseles, no con la muerte, pues ella no era libre. Ofrecerá con su pecado el hombre ante el Señor a la entrada del tabernáculo de la reunión, un carnero en sacrificio de expiación. El sacerdote hará por él. . .la expiación ante el Señor por el pecado cometido, y le será perdonado." (Levítico 19,20-22)

Los Profetas en el Antiguo Testamento hablaron “EN NOMBRE DE DIOS”, “EN LA PERSONA DE DIOS”, en primera persona, como vemos en:

"Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta como tú, pondré en su boca mis palabras y él les comunicará todo cuanto Yo le mande. A quien no escuchare las palabras que él dirá En Mi Nombre, Yo Mismo le pediré cuentas." (Deuteronomio 18:18-19)


Así, en la Nueva Alianza sellada en la Sangre de Cristo, los sacerdotes ministran el perdón de los pecados, “POR EL PODER DE JESÚS”, “EN EL NOMBRE DE DIOS”, “EN LA PERSONA DE JESUCRISTO” (In Persona Christi), en primera persona, y esto lo vemos y escuchamos cuando el sacerdote nos absuelve con las palabras: “yo te absuelvo de tus pecados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…”, entonces es a Cristo a quien se les confiesa los pecados, y por ende, es solamente Cristo quien los perdona, ya que SÓLO DIOS PUEDE PERDONAR PECADOS.

Como se menciona anteriormente, los profetas del Antiguo Testamento hablaban “EN EL NOMBRE DE DIOS”, "EN LA PERSONA DE DIOS". Los sacerdotes de la Nueva Alianza hablan y ministran "EN LA PERSONA DE CRISTO"

Claramente vemos que los Apóstoles recibieron del SEÑOR la autoridad de perdonar pecados, o atarlos, siempre “EN LA PERSONA DE CRISTO”.

"Y al que vosotros algo perdonéis, también le perdono Yo, pues lo que Yo perdono, si algo perdono, por amor vuestro lo perdono, "EN LA PRESENCIA DE CRISTO." (2 Corintios 2,10)


Dios los bendiga!

Articulo Preparado por: Anónimo



REFLEXIÓN: EL PERDÓN DE DIOS


Dios siempre nos perdona si estamos arrepentidos de los pecados. Nunca debemos desconfiar de la misericordia de Dios ni desesperarnos, creyendo que ya estamos condenados y que Dios no nos puede perdonar porque el mal, el pecado que hemos cometido es demasiado grande.

¿Qué pecado es demasiado grande para la misericordia de Dios? Ninguno. Así sea el más grande pecado que pueda imaginarse, siempre tiene perdón de Dios, si nos arrepentimos y nos confesamos con el sacerdote. Es más, si somos tan grandes pecadores, tenemos la posibilidad de llegar a ser grandes santos, pues ese mismo pecado y el deseo de redimirnos de él, nos hará elevarnos bien alto y tratar de reparar por el daño causado.

No desconfiemos nunca de la misericordia divina. Tampoco tenemos que abusar de ella, es decir que no debemos pecar nunca. Pero sepamos que si pecamos, aunque sea muy gravemente, si nos arrepentimos, Dios nos perdona. Esta verdad nos ayudará a caminar confiados en Dios y lo amaremos mucho, pues más ama a quien más se le perdona, dijo el Señor.