La edad de las persecusiones


Hoy la Iglesia es perseguida tanto en oriente como en occidente; de un modo cruento por el terrorismo islámico, y de un modo incruento por la ideología de género.
Durante los tres primeros siglos la Iglesia fue perseguida por el Imperio Romano. Después hubo persecuciones individuales y localizadas (tierra del Islam, guerras de religión en Europa), pero la verdadera Era de las persecuciones se inició con la Revolución francesa, y se extendió por todo el mundo con el comunismo y el nazismo.

En 1789 podemos decir que se inicia una nueva Era de Persecuciones contra la Iglesia Católica que dura hasta nuestros días. Durante los años de Terror de la Revolución francesa, en nombre de la libertad, de la igualdad y la fraternidad, fueron asesinados decenas de miles de católicos acusados del terrible crimen de ser fieles a la Iglesia Católica.

En Rusia, desde 1917, en nombre del comunismo fueron cientos de miles los rusos asesinados por ser cristianos. Se estima en un millón de armenios cristianos los masacrados por el gobierno laicista de los Jóvenes Turcos.

En México, entre 1926 y 1929, el gobierno masón mejicano asesinó a miles de sacerdotes y fieles cristianos en nombre del Estado liberal moderno.

En España, entre 1936 y 1939, más de diez mil sacerdotes, monjas y religiosos fueron cazados y asesinados por odio a la fe.

Y miles de mártires en China, Vietnam, Camboya, Laos, y otras naciones de Asia y África. En el siglo XX hubo más mártires que en todos los diecinueve siglos anteriores.

Y hoy en el siglo XXI miles de cristianos son degollados por los yihadistas islámicos en nombre de Alá.

El cristiano siempre ha sido perseguido por el mundo. El primer perseguido fue nuestro Señor Jesucristo, que padeció, fue crucificado, muerto y sepultado y resucitó al tercer día.

REVOLUCIÓN FRANCESA Y PERSECUCIÓN. UN TESTIMONIO


“En estos tiempos la impiedad se desborda por el mundo, y es en nuestra Francia, ¡ay!, en donde tiene su origen este cenagoso torrente… Los males espantosos que afligieron a Francia al terminar el último siglo (XVIII), fueron una gracia maravillosa para muchas almas cuya fe se había entibiado, como quiera que la persecución sirvió de despertador a su somnolencia y les hizo encontrar su salvación en los horrores del suplicio. ¡Cuántas encopetadas señoras y grandes señores, que hubieran muerto en la incredulidad si la desgracia no los hubiera humillado recobraron la fe al subir los escalones del cadalso, y perdiendo esta vida mortal, ganaron la que no ha de tener fin!”

“-Y ¿qué decir de los justos? –me replicaréis… ¿Qué mérito tendríamos en ser virtuosos si todas nuestras acciones fuesen recompensadas aquí en este mundo?

El cumplimento del deber sería siempre una operación muy lucrativa… No olvidéis que la verdadera recompensa está en el cielo”

“Además, ¿quién sabe si la sangre vandeana, derramada a torrentes no ha servido para pagar el rescate de nuestro infortunado país, y si el sacrificio de tantas almas generosas no ha obtenido del cielo que la religión católica floreciese algunos años después en el suelo de Francia?

“Aquellos tiempos de persecución eran muy difíciles, hijos míos; pero la prueba nos une a Dios de una manera especial. Creo que nunca he orado más de corazón… Os refiero estas cosas para que entendáis que Dios, en proporción de las pruebas, concede sus auxilios. Por tanto no hay que dejarse dominar por el temor ni perder la confianza al llegar la persecución.

Allí estará la gracia en el momento oportuno, dispuesta a hacernos posible lo que parece imposible a la naturaleza, es a saber: las confiscaciones, la prisión y hasta la muerte más cruel. Lo que debemos hacer, al amenazarnos cualquier peligro, es preparar nuestro corazón con una vida pura y acudiendo frecuentemente a la oración: Los que bien oran jamás serán apóstatas”.

María S.H. de Rambure 1845, “Una familia de bandidos en 1793” Juan Churrau.

Fuente:  http://familiavidaylibertad.blogspot.mx/2016/01/revolucion-francesa-y-persecucion-un_27.html
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